sábado, 3 de marzo de 2012

Metempsicosis (2º parte)

como cocoliche germánico contaba las aventuras con su novio en el sidecar amarrada a la moto con sus tablas largas de madera en los senderos del bosque hasta llegar al castillo de Frankestein en la Selva Negra y de cómo su madre le partió el fiolín en la cabeza cuando se enteró de que en vez de ir a las clases de violín se iba de andadas con su amante y quedó embarazada bochorno familiar y una transgresión a la moral y a las buenas costumbres de la época Mein lieben got! ese cuadro que está ahí con el ciervo de seis astas mirada triste y fondo verde lo pintó Phillips el hermano menor antes de ir a la guerra y ella con lágrimas chorreando por su rostro cansado pocas veces la vi llorar relataba que con los otros hermanos seis iban a Eberstrasse viendo a los sobrevivientes rumbo al Marienhospital que llegaban emparchados con muletas de palo de cerezo con trapos ensangrentados seguro que eran los mismos algodones que las niñas hacían en la escuela deshilachando telas viejas para el campo de batalla rengueaban casi todos muchos y ellos se apretaban las manos esforzaban la vista para verlo regresar pero Phillip no estaba y nunca llegó y el primo Gerhart vino una vez a visitarnos y se comía con fruición la pila de empanadas picantes que yo había freído recién y pedía wassersprudell espumante que tanto le gustaba y ella decía qué lindo muchacho se parece a Alejantrito ¿vaistu? como Román el novio de Paty un amor de verano en la playa siempre estaba halagando a los varones de la familia no a las mujeres que decía que eran todas unas arrañas pero estuvo a mi lado después que nació Catalina yo sola dándole la teta escuchaba las sirenas bocinazos y petardos de la noche vieja y del año nuevo 1985 yo no tenía a mi madre que me acompañara ni cuando me peleaba con Martín no podía decir me voy a casa de mi mamá que estaba lejos no y tampoco podía ir a la casa de mi suegra que no la elegí yo no pero ella me trajo un licuado de bananas y yo tenía un hambre... y me dijo si Ud. tiene hampre es porque está sana tome y que le aproveche gracias dije yo a ella no le gustaba que le regalen nada para no tener que agradecer qué olor a monja dijo cuando en el horario de visitas llegó una samaritana de atuendo negro a visitar a la enferma de la cama de al lado y después nos dijeron que teníamos que sacarla de la clínica y la llevamos a casa no tomaba las pastillas de carbón con el dedo hacía debujitos negros en la pared blanca nubes flores o las tiraba debajo de la cama y transpirando hablaba del rosal de la casa de Olivos que vendió y se vino a Bariloche porque las montañas se parecían a las de su páis tenía otro rosal frente a la ventana que tanto había crecido que le tapaba la vista del Nahuel Huapi entonces agarró un serrucho oxidado y sin filo para podarlo pero la escalera se deslizó y cayó suavemente un esguince de muñeca a los 89 años no es nada y en sus pesadillas aparecía su hijo Buby el que había nacido en Alemania y entre las bombas de la Revolución Libertadora del '45 saltó al Ford T negro descapotado que estaba en marcha y se lo llevó salvándose entre los estruendos y explosiones acá y allá después más tarde se murió de un infarto navegando cuando una sudestada lo agarró solo en pleno Río de la Plata y el barco se bamboleaba y no podía achicar el agua que entraba porque tenía que virar ojo con esa roca y crash y el viento estaba cada vez más fuerte hasta que el río amarronado y turbulento lo depositó en las costas de Carmelo y yo pensaba cómo habrá sufrido cuando murió su hijo mayor entonces le llevábamos a Magdalena para que la cuide mientras con Martín íbamos al Cerro Otto a esquiar entre los árboles nevados y la vieja para no ocuparse de su nieta que dormía la tapó con un pañal de tela para que no se despierte y así ella podía fumar tranquila y leer los diarios viejos con la lupa tampoco cuidó a la chiva que le llevamos de regalo porque la chiva busca el monte y se fue por el cipresal de Monte Lindo una vez la dejamos a Magdalena para que se quede con ella una semana por vacaciones y la abuela mala abuela la tuvo todo ese tiempo sentada en la bacinilla hasta que le enseñó a avisar ya no tenía que cambiarle los pañales ni lavarlos así que cuando regresamos la chiquita ni nos quería mirar nos daba vuelta la cara porque la habíamos abandonado con esa abuela que le tocó en desgracia...
-Dame otro.

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