miércoles, 7 de diciembre de 2011

Amapola roja, Anahí incendiada, feria de domingo. (primera parte)

Absortos, mirando hacia arriba, en la bocacalle, el grupo observa la fantasía de hilos brillantes que se enmarañan en círculos concéntricos, perfectos y parejos. Se extienden desde un poste de luz de una esquina, hasta el otro, y se repiten en la otra esquina, de igual manera. Arañas pequeñitas tejen, hacendosas y febriles, en los extremos, como si algo las apurara, percibiendo quién sabe qué. El cielo azul y plácido contrasta con los reflejos hacia un lado y, entre parpadeos y ayes de admiración, ya vislumbran por el sur un nubarrón compacto y oscuro que viene acercándose con la celeridad de un torbellino. La vegetación exhuberante de la isla comienza a agitarse. Una lluvia violeta y lila de Santa Rita tapiza el suelo sediento y remolinos de polvo se alzan para opacar la brillantez de la telaraña gigantesca, que va columpiándose peligrosamente, sin romperse. Aroma de azahares de un limonero se esparce; los jazmines se quebrantan y despiden su perfume, como una despedida. El Pampero arrebata todo lo que encuentra a su paso. Una chapa, dos canaletas, cuatro tejas musleras pasan sin detenerse. Un sombrero de paja se desbarata contra una tapia; sábanas y broches sobrevuelan en loca carrera y se levantan las polleras de las muchachas que se apresuran a recoger fuentones, ropas, cepillos y jabones. Copitos de algodón del palo borracho, florecillas celestes del jacarandá y rosadas del lapacho, van flotando ahora sobre el arroyo de lodo que corre vigoroso frente a las casas. Negro el cielo de chubascos y vapores. Las arañas aún permanecen asidas en la tela que, poco antes, brillaba al trasluz,  y ahora se ha estampado contra la madreselva y el paredón.

Anahí, con su relato, ha logrado desconcentrar el sopor de Amapola, ensimismada en los hilos de su telar y los dibujos "mapuche" de los colores de la tierra. Terracotas y naranjas de raíz de maqui, verde-amarillos de cortezas de arrayán y morados del jugo de los arándanos. Teje en líneas oblicuas, franjas puntudas hacia arriba y hacia abajo. Será la manta para el hijo que espera,  y no está a la venta.
-Sí, los bichos se anticipan a las tormentas. En tu litoral  y en mi terruño, siempre es así -sin sacar la vista del entramado, Amapola reflexiona.
-Esa vez -recuerda los cuentos del abuelo -la cordillera se había vestido con sus más preciadas galas. Manchones de notros rojos sobresalían del verde intenso, matas de zarzamoras florecidas y las mosquetas, pintaban de rosa las faldas del Piltriquitrón. Creo que todavía no era la época de floración de los arrayanes. Era octubre o noviembre y los vientos de primavera se empecinaban con los coihues, los abetos y los manzanos. Teru-teru gritaban aquí y allá los teros, para proteger a los nidos y sus crías. Los caballos montaraces corrían furiosos en estampida, y se detenían en seco, al lado de los potrillos asustados; los perros cimarrones aullaban por las casas y las bandurrias se inquietaban volando hacia el norte para luego bajar  y escarbar con sus picos agudos,  y devorar las lombrices de la orilla del río Azul. Allá, el sol comenzaba a declinar, sin entender por qué la tarde se hacía noche. Las gentes auscultaban el horizonte sin comprender por qué, rayos eléctricos surcaban el firmamento, para responder a la furia de estruendos y relámpagos en esa pizarra oscura. Un cono de humo y de calor se elevó de pronto, desde la montaña lejana, dibujando formas fantasmales que se deformaban al instante: una torre, una pirámide, el hongo de una "ruca", una columna se desmoronaba... -sus ojos inquietos transmiten la fascinación por lo que no vio, pero imaginó de las voces de sus ancestros -Tan concentrados estaban en la contemplación, que no adivinaron que el volcán iba a escupir arena y cenizas. Todo eso había sucedido cuando yo  aún no había nacido. Los animales anticiparon el descalabro de la "mapu".
En la feria comienza el ajetreo del domingo. Hilos y lanas traman historias. Vasijas  y cuencos inspiran nostalgias. Sonidos que arrullan, licores que embriagan.

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