Hay un diálogo permanente entre la aspiradora y el poeta. La
primera es una engreída, porque saca todas las pelusas y las telarañas. El
poeta las recoge en neologismos y palabras nuevas, de esas que no se
desgastaron por el uso.
Él no se manda la parte, pero juega con el arte. Hace
interdisciplina con una naturaleza muerta.
Medio limón se agría más y se reseca en la frutera. La
deliciosa manzana rozagante y roja ha salido de copas. La banana, ya fue. Y yo
pensaba hacerme un arroz a la cubana.
Una papa solitaria sigue sucia y lagañosa con brotes
incipientes. La única batata ha hecho una torsión en su clase de streching por
zoom. Resultado: perdió su dulzura y quedó en éxtasis sin poder moverse. La que
sí puede es la raíz de jengibre que baila locamente sobre la mesa. Casi se hace
polvo. Una zanahoria arrugada ha perdido su lozanía definitivamente.
Las recetas de Doña Petrona han perdido popularidad y yo, que
siempre estoy a la moda, voy creando recetas por demás austeras. Es todo. Veré
qué puedo hacer. No hay opción; deberé arreglarme con lo que hay estimulando la
creatividad.
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