sábado, 25 de febrero de 2012

Nostalgias de una mañana neblinosa

En su cama de la calle Huertas, Carlos piensa en los pormenores de su vida en Madrid. Desde hace unos meses ha debido alternar su changa en el supermercado, con la otra habitual de todos los sábados por la mañana, en la Avenida de la Castellana. Las ganancias le han permitido pagar el alquiler y alimentarse más o menos dignamente.
Lo que no es digno, y lo avergüenza, es esa vida que lleva. Sin embargo, su cuerpo le grita que ya no soporta más su entorno, o la propia vanidad de macho con que ha pretendido tapar el vacío de sus días. Una mecánica repetición en que se ha transformado su talento de amdor para complacer a tanta mujer. La madura de más de cuarenta años (no sabe siquiera su nombre, pero sí conoce los secretos más escondidos de su cuerpo y los vericuetos de su mente infeliz y frustrada de compras compulsivas) Las chiquillas indecentes, o la propia Sofía, que lo sigue acompañando en la travesía del vivir.
En Europa parece que el amor es un desconocido. Hay valores materiales por encima de todo noble sentimiento. La mentira, la indolencia y el desenfado van adelante. ¿Y en qué quedó el enamoramiento? Esa sensación que conmueve hasta los huesos, cuando la ternura es fuente de dulzura y de emoción? ¿En qué quedó el amor de Adriana? ¿Qué será de su vida? ¿Ya se habrá transformado en una mujer plena, allá en el sur?
Golpean a su puerta.
-Le llaman por teléfono -anuncia una de las lolitas de la pensión- Y recuerda que acá los pensionistas no reciben llamados, ni pueden usar el teléfono. Sólo por hoy, porque dijeron que es Urgente.
-¿Sí? Habla Carlos.
-Oye, preséntate en el "Corte Inglés" de la calle Serrano -es Sofía- Buscan un empleado con buena presencia para sección Informes. Es entre las 14 y las 19. ¡Oye! ¡Y pónle ganas! Suerte.
¡Claro que le pondría ganas! Es que necesita imperiosamente mejorar su nivel y mudarse a otra pensión. La tía Josefa de Pamplona lo espera desde hace tiempo.
Elige sus mejores ropas. Mientras se prepara, un corte de navaja lo hace mirarse por primera vez, desde hace tiempo. En su semblante el espejo le devuelve un gruñido de dolor, como la fiera sedienta de sangre, que huele a su presa. El dolor blande sus instrumentos de tortura, y lo sorprende siempre con diferentes versiones. El magma de la memoria le confunde los conceptos de "hace mucho tiempo" y "recién", cuando ese vivir a la "sanfacòn" es un sinsentido. En Rosario le parecía vivir "a la que te criaste".
Es momento de restablecer la dignidad. "La dignidad que da el trabajo", le decía su padre.
Nostalgias de una mañana neblinosa de un pasado precario. Tristezas de un presente mediocre y congoja por un futuro incierto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Me gustaría conocer sus opiniones, percepciones y comentarios de las páginas de mi blog.