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miércoles, 13 de febrero de 2013

El velorio del chancho

Recostado en uno de los senderos del bosque, veo la boveda enramada que apenas deja ver el azul del cielo. El canto de las aguas libres de un arroyo va cayendo por la "Cascada de los novios". Germinal follaje de flores y semillas.
Hoy conocí la selva valdiviana, tal como la imaginaba al leer al gran poeta chileno. Un mágico canelo aquí, nalcas de hojas inmensas por allá. Me parece escuchar la voz grave y cansina de don Pablo. Coihues milenarios, cañas en profusión, helechos gigantes, hortensias azuladas, lianas, copihues y enredaderas dan frescura al bosque puro y umbrío.
Llegué allí después de la festividad en Pilmaiquén, en la X Región. Doña Clorinda y su esposo nos acompañaron hasta la salida y aconsejaron descansar antes de emprender el viaje hacia el paso fronterizo. Alegría, embriaguez, comilona, música y bailes fueron dando paso a los corridos nostálgicos de amores truncos y de fervor patriótico.
Vuelven ahora a mi mente un poco abotargada, las imágenes vividas en ese largo día.
-Hoy, gran evento en Pilmaiquén, "El velorio del chancho" -propala la radio regional que escuchamos en el camino de regreso.
-¿Qué será eso? -nos preguntamos riendo.
-A partir de las 12, usted, amigo compatriota, y usted, amigo del país vecino, podrá degustar no sólo un rico puerco asado, sino también, cordero al palo.
El volcán Osorno nos vigila con su blanco penacho apagado y silencioso, que se destaca en la distancia, como invitándonos a la fiesta de la población.
-Esto que estamos trnsitando ahora es la zona ganadera -vaquillas blanquinegras pastorean en el verde intenso de lomadas suaves. Campos de trigo maduro y cuadros de remolachas o plantaciones de frambuesas. Teros y bandurrias picotean con goce extremo. Cultivos prolijos conviven con las zarzamoras silvestres al costado del camino.
-Paremos aquí. Quiero descubrir "el velorio del chancho" -Al detenernos conversamos con un "huaso" chileno de gorra de lana que, tímidamente nos hacía señas para que lo llevemos al festejo popular.
-Son festividades solidarias para la población, y comilonas, po. ¿Me cachái, che argentino?
Al llegar a las cabañas de Don Sofanor nos detenemos y atravesamos a pie el soto bosque para asombrarnos al ver una larga mesa tendida, al lado de los fogones. Al parecer, están velando al chancho que se dora lentamente y despide todos sus aromas, como si el alma del chancho ya estuviera volando por las nubes regordetas, que se cuelan entre las copas enhiestas de los árboles.
La fiesta está en todo su esplendor. Un conjunto folclórico anima a los comensales. Oímos los ritmos y comenzamos a divertirnos tanto, como no lo hubiéramos siquiera pensado.
-"El calientito... Mozas y viejas lo buscan al calientito ... No hay peligro... si te invita a su cama, no hay cuidado, él "al tiro" se quedará dormido" -Risotadas y aplausos para los bailarines. Ellas, polleras floreadas con vuelos y camisas blancas con gran escote a la espalda. Los zoquetes blancos dejan ver las piernas retaconas. Las trenzas renegridas contornean los morenos rostros curtidos de mirada pícara. Ellos, de botas con taco y espuelas, zapatean frente a las mozas, revoleando los pañuelos con gesto varonil.
-Bailo pa' enamorarte, niña -dicen los cantores y ellas seducen con la gracia de sus pañuelos.
El viento comienza a hacerse notar y la bandera tricolor ondea orgullosa en lo alto del mástil.
-Como aperitivo, empecemos con un brindis, ¿qué les parece? -Doña Isabela sale de la botillería y se acerca con una bandeja repleta de "bebestibles". Vino tinto, pisco sour, chicha de manzana. Bebemos todos y se anima la fiesta.
El chancho que están velando no descansa en paz. Los hombres desenvainan sus cuchillos y ya "churrasquean" el costillar. No importa que las manos se engrasen, porque después se sigue con el cordero que también está siendo velado. No hay velas. No hay coronas de flores. Los parientes del difunto circulan y lucen sus mejores pilchas. Unas lolitas llevan una flor de amancay en el escote; las más maduras, una hortensia engarzada en la trenza; los campesinos, a estas horas ya han perdido la gorrita de lana, o llevan el sombrero aludo colgando de cualquier manera por la espalda.
Los ojos chispeantes y negros y la picardía en los gestos parecen contagiar a todos.
-Y dale... y dalle... después nos vamo'a dormir -los chilotes siguen amenizando con cuecas cada vez más pícaras.
-¡Esto está hartamente entretenido, po!
-¡Pero no seái huevón, compagre! Si has botao la cerveza...
-Para los que cumplen en febrero, bebamos hasta el final...
-¿Me acompaña, doñita, en este corrido? -un "guatón" entreverado entre el mujeraje invita a bailar.
-Para los que cumplen en mayo... -los cantores están poniéndose más alegres- Bebamos hasta el final, total, andá borracho a dormir...
Entre comida y tragos, observo. Detrás de los chilcos silvestres sale una "cabra vieja" que se acomoda el vestido y se saca los abrojos; detrás, tomándola por la cintura, un "huaso" se ajusta el sombrero y sin disimulo pega un alarido al cielo.
-¡Ay, ay, ay, ay, que está buena la fiesta!
-Ésa es la Penélope, la mujer de don Soto, que se quema las pestañas en el fogón -dice por lo bajo una campesina.
-¡Los cuernos que hai de tener! -contesta la comadre.
Un jinete de aspecto sobrio aparece detrás de la enramada y se apea. Su hidalguía impone respeto y silencio; hasta la música se detiene.
-Estái bien "cacharpeao", patrón -grita uno del montón.
-El ojo del amo engorda al ganado -un "huaso" agrega apoyado en un poste. Como respuesta, Don Evaristo Sepúlveda Iriarte, (así me dijeron que se llama) sólo pasa revista al hembraje.
-Es el dueño del fundo que tiene todas las vaquillas del entorno, desde el lago Puyehue hasta Entrelagos -me comenta la anfitriona.
El patrón se florea con camisa blanca, chaleco de lana, pantalones negros, faja mapuche, rigurosas botas con taco y espuelas y sombrero chato de ala corta. Luego, y sin mediar palabra, elige una "cabra chica" y la carga en ancas en su alazán. El flete caracolea entre los matorrales y una "guagua" mocosa llora con desconsuelo.
-Dicen que en cada fiesta se lleva la moza más guapa pa'l caserón del fundo -cuentan y entre risas agregan- Se comenta que desde que quedó viudo, consume el "viagra mapuche" y otros productos naturales que compra en Osorno.
La música vuelve a sonar. Algunos ya duermen a la orilla del lago. Dos "cumpas" se ayudan en mutua solidaridad, abrazados a sendos porrones de cerveza "Cristal".
El chillido de un pájaro que no veo entre el follaje de un ulmo florecido, me sobresalta e interrumpe la ensoñación.
-¡Vámonos ya, que pronto cerrarán la aduana. Antes de las 20 tenemos que pasar!.

lunes, 18 de junio de 2012

La herencia de la tía Josefa.

Por la autopista van hacia Pamplona, Carlos y Sofía. Recién ahora, después de todos esos años, pueden viajar hacia allá. Deben asistir al sepelio de la tía Josefa. Llevan la carta que Carlos había presentado ante Migraciones para ingresar al país.
-Vente a Pamplona por la herencia -rezaba el telegrama de la prima Angeles, la edafóloga.
Sofía, que es abogada sin ejercicio, revisó un poco, antes de partir, la normativa del derecho civil y las cuestiones hereditarias. Los tíos no tuvieron hijos, pero sí varios parientes lejanos que intentaron rasguñar los restos del emprendimiento de la cría de chinchillas. Cuando murió el tío Joaquín, todo comenzó a desmoronarse en manos de abogados y contadores inescrupulosos.
-¿Qué te pasa, hombre? -Carlos va admirando por allá, un puente romano y un hilo de agua que corre lento por la llanura.
-Es que no me gustan las exequias. Ojalá lleguemos cuando todo haya pasado.
-¡Esto sí que es lindo, tío! -desde el bus Sofía va viendo pasar los campos de la provincia de Navarra y el río Ebro. A lo lejos, un pueblito y algún castillo medieval. -La vida en el centro de Madrid puede resultar agobiante ya.

-El piso éste de la tía Josefa, en el barrio de Iturrama es una muy buena propiedad, bien ubicada en la zona céntrica y por ahora vivo yo -Laura es otra prima de Carlos que estudia en la Universidad de Navarra, aunque es argentina.
Los tres se quedaron revisando la documentación y las fotos. Los funerales habían concluido. Más tarde llegaría Angeles, la prima de Madrid que también se había instalado allí con Laura. Concluyen que de las chinchillas y sus crías, poco quedaba. Los impuestos provinciales, las multas por estar la producción en zona urbana, y los honorarios profesionales, acabaron con todo.
-En síntesis, nosotros deberemos vender este piso y nos repartiremos la herencia.
-Habrá que pedir consulta inmobiliaria para la tasación, venga! -Sugirió Sofía. Carlos pensaba desde el sillón, al lado de la vitrina, que esas tres mujeres juntas pueden ser muy expeditivas para los negocios. Estaba salvado.
-Vayamos de tapas, chicas -propuso apurando el jerez -el olor a encierro, a velas y a flores, todo junto, me está mareando.

En una esquina frente a la ciudadela del casco histórico, un bandoneón dejaba escuchar los acordes de "La cumparsita". Carlos dejó unas monedas en el sombrero - ¡Por Argentina, salud!
No se conoce Pamplona si uno no circula por la ciudad vieja. Licores, botas de vino auténticas, jamones y artesanías, a cada paso.
-La plaza del castillo y el Bar de la Estafeta, miren. No podemos dejar de visitarlo.

-Lomo de cerdo a la pimienta, con vino tinto.
-Pinchos de jamón y calahorra, con cerveza.
-.Tortilla, cayos y bocata, acompañado con agua mineral sin gas..
-Jamón serrano con queso de cabra, más vino
-A sus órdenes, señores -el mozo se alejó, mientras llegó un personaje típicamente navarro. Blancos los pantalones y la camisa, pañuelo colorado y boina.
-Uds. sois forasteros, los distingo. Les hablaré, por tanto, de los "sanfermines" por esta misma calle... la de la Estafeta -cada vez resultaba más difícil comprender lo que decía, porque el vasco tomaba más de lo que comía. Se le enredaban las palabras -A las 12 del mediodía en punto de cada 6 de julio, suenan las sirenas y comienza "el chupinazo" -Se detuvo y cantó una Jota para los parroquianos acodados en el mostrador y prosiguió - Después largan a los toros desde el fondo de la calle... -no habló más por un momento, ni de la cuesta de Santo Domingo, ni de la encerrona, ni de la tomatina, porque una melancolía de beodo lo acosaba.
Afuera, un fuerte chubasco. Adentro, los vidrios se empañaban de humo, de alcohol y de vapores.
-Regresemos, mis mujeres.
-¡No seas aburrido, chaval! -Sofía tomó del brazo a las otras dos, que estaban un tanto avergonzadas y danzaron sobre un entablonado.
La jota que en Navarra se canta,
es un manojo de rosas, 
que sale de la garganta.

-Cuidado, Don Ramón, que hay un escalón Todos acompañaron con palmas a las bailarinas.

sábado, 16 de junio de 2012

Barrilito... barrilito de cerveza.

Vestido de tafeta. Falda larga de verde tornasol. Mangas abullonadas hasta el codo, continuando en embudo hasta el puño, abrochadas con botones forrados al tono. De la pollera asoma un pollerín de puntilla; la cubre un delantal de broderíe; el cuello es alto, cerrado con los mismos botones. Un pañuelo grande de seda blanca con flecos, se anuda en el pecho. En la cabeza, una cofia con puntillas y un sombrerito chato de fieltro negro, adornado con una cinta de cuadrillé. Los zapatos son negros abotinados y llevan en el empeine una hebilla cuadrada de metal; las medias son a la rodilla, de hilo blanco.
La madre termina de repasar los últimos detalles del vestido que ella había confeccionado. Alisa con primor los pliegues del atuendo y termina delineando en rojo los labios de su pequeña. Ella se mira en el espejo y piensa que ese año están invitados a la fiesta, aunque ellos no sean suizos. Ellos son mezcla de italianos y alemanes.
El año anterior había ido con Hugo y Robertito a espiar desde la ventana del "cosmopolita". Primero se treparon en la bicicleta para ver mejor, hasta que con tanto entusiasmo y diversión, terminaron sentados en el alféizar de la ventana. Los festejos ese mediodía estaban en todo su apogeo, concluidos los discursos protocolares del jefe comunal. Los aplausos y la música de una orquesta típica amenizaba la velada, mientras se daba inicio a la comilona y el chopp.
Vimos pasar al padre de Graciela, que trabaja de mozo. Más tarde, él nos convidó con una porción de torta para repartirnos entre los tres. Las señoras estaban engalanadas con sus trajes de tradición y los cachetes colorados parecían explotar. Había bullicio, risas y brindis a cada rato. ¡"Prosit"! alborotaban entrechocando los jarros rebosantes de espuma; de grandes barriles serían la cerveza "tirada".
La madre de Robert fue a buscarnos, porque no sabía por dónde andábamos los tres, y se quedó también ella a mirar con disimulo. Otros días, a la siesta, jugábamos en la cuneta molestando a los sapos o sacando esos huevitos rosados prendidos de los juncos. El "cosmopolita" estaba cerrado.
Aquella vez la cosa fue distinta. La cuestión fue que el sodero pelirrojo de rulos y cachetes colorados, siempre transpirados, le habló a mi madre para invitarme a formar parte del ballet infantil de danzas suizas, "Edelweis". Él sabía que yo siempre actuaba en los actos escolares y bailaba muy bien la zamba y la chacarera.
Así fue que mi mamá me acompañaba a las clases y aprendí a bailar valses, polkas, mazurcas, los bailes del tirol, y hasta el "schottish langue". Esos "valesanos" eran muy divertidos. Así fue, que después de varios ensayos me seleccionaron para bailar en la fiesta de la "Sociedad Helvética", la de la bandera roja con una cruz blanca.
A mis nueve años, no sabía qué significaban algunas palabras. Más tarde aprendí que esos festejos eran de los inmigrantes suizos, que eran todos de mi pueblo, que provenían del cantón de Valais, que la flor de edelwiss es la flor nacional de Suiza, que en los alpes suizos practicaban la "tirolesa", que "aldere... alderí" era el alarido que se repetía con el eco por los valles nevados, que "cosmopolita" era el salón que antes estaba vedado a otros inmigrantes.
Los hombres acostumbraban a usar, en las fiestas, unos pantalones cortos con tiradores, camisa blanca, medias largas, chalecos negros con detalle de flores bordadas y sombrerito tirolés. Casi todos eran barrigones y colorados, de tanto tomar cerveza, pensaba.
Años más tarde, yo escribía a las embajadas de Italia, Alemania, y también de Suiza. Recibía a vuelta de correo, en la época de las "vacas gordas", una excelente folletería a todo color. Las imágenes me atraían y me llamaban la atención las montañas nevadas, un tren transitando entre el follaje verde y después copiaba el dibujo de la tapa de chapa de los lápices "Conté". Me lusionaba con que algún día conocería esos parajes, el cantón de Valais, Basilea, Lucerna, el río Ródano, Zurich, Ginebra... Todavía no viajé, pero finalmente me radiqué en "la Suiza argentina".
Nos anunciaron y subimos al escenario; éramos cuatro parejas de chicos y fue todo un éxito. Aplausos y nervios. El color rojo de mis labios mordisqueados, había borroneado mi sonrisa. Más tarde empezó el baile en el centro del salón, al ritmo de "Zillertal Orchester" con acordeón a piano, clarinetes, saxos, batería, trompetas. Los hombres zapateaban cada vez más fuerte sobre el piso de madera y se mareaban en las rondas. Yo creo que estaban muy animados, porque a cada rato brindaban con cerveza.
De pronto, un señor mayor cruzó la pista, engalanado con su traje típico, me tomó de la mano y me llevó a bailar en el centro. Esta vez, un vals. Era el cónsul suizo de Santa Fe. Destacaban por micrófono esa gentileza. Hubo más aplausos. Mi papá aplaudía y reía y todos estaban muy alegres.

-Señora, para un entrevista de televisión, cuénteme por qué vino hoy a la fiesta.

-Porque vi en la tele el anuncio, hace unos días, de la Fiesta Nacional de la Colectividad Suiza en San Jerónimo Norte, y de los 50 años de "Zillertal Orchester". Me dije: "Quiero estar ahí". Yo nací en este pueblo y aunque soy santafesina, vivo en Bariloche hace como 35 años.

-¡Ah, en esa ciudad del sur el intendente es hijo o nieto de suizos. Goye, creo que es su apellido.

-Sí, él nació en Colonia Suiza, donde viven los Felley, Cretton, Mermoud, y otros. Ellos organizan siempre los almuerzos domingueros con "curanto", una comida que se hace bajo tierra, que trajeron de Chile y tal vez de la Polinesia. Se reúnen todas las comunidades, turistas y locales.

-¿Hoy va a bailar?

-Sí. Estoy mirando entre la multitud, para ver si encuentro a mi compañero de baile, que era un italianito muy simpático. Ahora será un señor pelado, o canoso, medio arrugado y algo barrigón. Es increíble la memoria de los pies. Todavía recuerdo las coreografías. Espero que él me reconozca, porque en mi cara ya hay una "pátina de antiguedad". ¿Ves, el de la batería era mi compañero de primaria y secundaria? Voy a ir a saludarlo, porque él sí me va a reconocer. ¡Salud!