¿Qué hace la gente cuando nieva?
Un resplandor blanco encandila mi ventana.
El estupor en la boca bobalicona.
La sorpresa en los ojos azorados, como la primera vez.
La sedada hipnosis en la mente.
El silencio, como una parsimonia blanca.
La 5º sinfonía, “esquiísticamente hablando”.
El temblor imperceptible en el umbral vivo de una revelación.
La imagen soñada de un tulipán que asoma su cabecita curiosa
y muda, con su sangre roja por entre la blancura inmensa.
Por abajo, los gusanos cavan vericuetos escondidos; los
grillos ya se han acallado de afonía.
Ya se escucha un perro solitario que interrumpe con su
negrura y los ladridos, tanta nostalgia de blancos o de negros.
Pronto se oirá la algarabía de los niños “culipatinando” por
la pendiente hasta herirse las rodillas y las narices frías. -¡A casa, chicos,
que se van a enfermar! –interrumpen la faena los gritos de las madres al
atardecer.
A lo lejos, un hacha
desolada parte los palos bajo la nieve para entibiar, apenas, el pobre hogar.
El frío da largas cuchilladas y el sol hoy se negó a alumbrar.
Por arriba, los copos sutiles van tapando todas las miserias,
todas las vergüenzas, todas las angustias, mientras un rayo de sol tenue
abrillanta su lisura. Así, la condena de los carámbanos y el hielo de las estalactitas,
como rejas, derriten el encierro.
Se oye el ladrido de los perros y tras cada pisada, la nieve
helada cruje, como si la angustia oprimiera la garganta de los sufrientes, tras
cada hachazo. Hay que conseguir leña para atenuar el frío cortante, para
calentar la olla casi vacía. Barriguitas hinchadas y harapos indecentes.
El clamor seguirá entre blancos y negros, por las rendijas de
una casucha ruin. No es el momento de la sola contemplación. Más tarde
sobreviene la tristeza al pensar en tanta familia humilde. Puro mate cocido
recalentado, con pobres techos goteantes, con escasos leños, sin abrigo y con
el dolor en la panza.
Por la calle corren el policía y el ladrón. Por la ruta, las
sirenas aturden. ¿Un accidente? ¿Una ambulancia? ¿Los bomberos?
Ya en la penumbra, se oye el sollozo apagado del niño al que
le chiflan las tripas. Al lado, el jadeo de los amantes.
Afuera, el viento sopla con intensidad. La luna sigue
escondida tras una nube oscura, que incita al coraje de vivir.
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