lunes, 29 de junio de 2020

Felicidad plástica. Plástica felicidad

Felicidad plástica. Plástica felicidad

Ya lo decía la canción: “No sabía que la primavera duraba un segundo”. La cuestión es que todos corren tras la felicidad optando por el consumismo o el minimalismo.

Unos, como si ser feliz fuera acumular objetos suntuarios para que nos hagan compañía, como si fuera inminente el fin del mundo, según la anunciado por los mayas, como si prontito nos quedaríamos huérfanos. Compras compulsivas. Debiters. Cambio de look. Chapa y pintura. Síndrome de Diógenes.

Otros, con la plasticidad maleable de la plastilina, tienen cintura para desenvolverse con lo mínimo, con lo que la naturaleza da, en la contemplación de la belleza, ampliando el espectro de su mundo interior, acrecentando su espíritu y su imaginación.

No concilio ni con unos, ni con otros. En cuarentena, que ya lleva cien días, salgo a comprar canela en rama para hacer arroz con leche, aunque no me quiero casar. Sólo es una excusa para abandonar las cuatro paredes.

Alimentar el alma y el cuerpo. Ésa es mi consigna.


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