viernes, 17 de octubre de 2014

Pinceladas patagónicas

Me llamo Perla y llegué a la Patagoniapara hacerle el honor al nombre justo el día que comenzaba el proceso... viajé dos días seguidos en tren me había acostumbrado el ojo al paisaje amarillento de comienzos de otoño y los ojos azules se tornan grises cuando cambia el tiempo y sí las nubes cubrían casi todo el entorno y sólo se veían esas pertinaces flores amarillas que crecen entre los cantos rodados y en las grietas de las piedras como si fuera la última exhalación de esas que son para mirar únicamente porque emanan un olor fuerte y acre y si las tocás te ponen las manos pegajosas porque no se deben cortar ojo y se sacudían por el viento de improviso la estación se había teñido de verde oliva nada entendría porque durante el trayecto mi mente estaba ocupada con la huída y la carta dejada alos viejos que ya a esas alturas se habían enterado y estarían sufriendo porque había escogido un nuevo horizonte de amor y una nueva vida profesional traía en el equipaje el flamante título y las esperanzas de ese amor largamento forjado y vinieron los caheos cuando el soldado vio el documento y mi nombre pensé que él estaba elucubrando que podría reinar por años en el edificio que es tocayo pero sólo tiró al tacho de la basura para ser quemado el libro que llevaba ése que recomienda cómo leer al Pato Donald que no sabía que también estaba prohibido y la revisión exhasustiva de los bártulos y las miradas sospechosas sobre la piel blanca que contrastaba fuertemente con los de los pobladores que observaban con la exhasperante pasividad que da la calma y la aridez del paisaje  Ah! lo que más extrañaba era no ver el verde de la llanuray el fluir de las aguas corriendo mansas allá el viento constante todo lo secaba y los cardo-rusos rodaban a merced del viento un tratamiento facial hacía el arenado en seco sobre la piel y para proteger los ojos unas gruesas antiparras y la nariz cubierta con un pañuelo parecía una terrorista chiíta cuando iba a trabajar a la escuela agarrada de las paredes para que el viento ululante-exasperante no me estampara de una vez o correr hasta la vereda de enfrente a la estación de tren de Plaza Huincul para que no me degollara el cartel metálico de chapa y pintura que se bamboleaba peligrosamente terminé de cruzar y cayó primero uno y después los otros álamos uno a uno cuando había logrado adelantarme y los gatos petroleros seguían impasibles subiendo y bajando y una podía pensar que abajo muy abajo fluían ríos de petróleo negro espeso circulaban las camionetas petroleras y los obreros del gas con sus mamelucos engrasados las profesoras de la escuela técnica esposas de los directivos me observaban desde sus hombros altaneros la ropa que llevaba que no era lujosa como la de ellas y nunca acepté ir a tomar el té a sus casas porque había escuchado cómo criticaban al día siguiente en la sala de profesoras el mantel y la vajilla que con la que servían el té en la casa de la anfitriona las tacitas cachadas viste y las servilletas que no hacían juego con el mantel ¡ah! me acuerdo que cuando tomábamos exámenes de Lengua tenía que conformarme con poner sólo  mis iniciales porque en el único renglón para completar los nombres del tribunal ya lo habían llenado con los dobles apellidos de rancia estirpe salteña o el apellido de casada que recordaba los ancestros españoles y alemanes después del "de"y yo estampaba las iniciales de soltera solamente ya me había acostumbrado al disfraz de profesora trajecito oscuro de pollera y blazer nunca pantalones porque estaba prohibido y después correr a ponerme cómoda e ir hasta Filii Dei para ver el único chorrito de agua que brotaba a borbotones era agua cliente llena de vapor con olor a azufre y entonces añoraba los ríos de mi litoral y el verdor de sus campos y los gatos seguían subiendo y bajando había también gatos en los prostíbulos de la ciudad petrolera que no chirriaban pero sí maullaban llorando y compadeciéndose de esa vida que les tocó vivir y las lágrimas de cocodrilo le corrían el maquillaje grotesco y después oía a la madrugado los gritos los frenazos botellazos y alaridos por la Av. del Trabajo cuando terminaba en batahola la fiesta de la noche y los ingenieros borrachos volvían al hotel Alfa para descansar unas pocas horas antes de sacudirse la resaca y reiniciar la tura tarea en la construcción del acueducto o las quinientas viviendas o en los campos petroleros y el viento... el viento que todo lo arrasaba hasta la juventud se ajaba en los rostros curtidos que ocultaban quién sabe qué vida anterior en las diferentes provincias y el chofer de la empresa no podía superar las pesadillas que cada noche volvían a torturarlo cuando se despertaba gritando y sudoroso porque retornaban los aullidos de los cuerpos amarrados con piedras grandes que eran arrojados al lago San Roque cuando él hacía la colimba y después nació mi hija en la foto de presentación en sociedad se ve la barba frondosa y la pipa del papá y yo jovencita atrás del Pozo Nº 1 y el Citroën azul contrastando con el panorama gris y otra foto del zanjón que quedó luego del aluvión y la soldada La Pasto Verde y ahora me acuerdo de la primera estampida social y Teresa ROdríguez... y yo tenía miedo que me roben la beba o que se quedara sin madre por aquellos tiempos ahora ya no sueño con aguas turbulentas y cenagosas ahora sueño con aguas cristalinas que dejan ver el fondo azul y hago la plancha y veo el cielo también azul y soleado y la montaña con toda la lujuria de colores y hablando de agua tendo mucha sed porque tengo seca la garganta. Un vaso de agua, por favor.

-Bien, por hoy hemos terminado. Nos vemos la próxima sesión del jueves. La espero.

2 comentarios:

  1. Muy bueno. Llama a su lectura hasta el final.

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  2. Gracias Ester por comentar. Tengo muchos lectores, pero se advierte que la gente no opta por comentar.

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