viernes, 4 de julio de 2014

La hora azul

Esta hora de la tarde es el momento más agradable para las dos mozas. El río ofrece toda la majestuosidad en sus reflejos. El sol, que está poniéndose, asoma en un instante bajo la capa de nubes plomizas y un resplandor rojo estalla y derrama como la erupción de lava iridiscente sobre las aguas mansas. Todos los matices del verde reverberan en la orilla y en las islas del Arroyo Leyes.
Desde arriba, en la barranca, el Salado bravío se impone y navegan las canoas pescadoras entre el camalotal. Las niñas se mecen en la hamaca paraguaya que cuelga de un aromo perfumado y disfrutan de la algarabía del atardecer. El bicherío y los pájaros ofrecen un concierto ensordecedor. Un chamamé resuena por allá, por la ranchada de Rincón.
-No te preocupes, ya vendrán.
-No, por el Cholo, no, porque él es responsable...
-Pero el Negrito es muy audaz. Dijo que hoy iban a ir hasta el Arroyo Ubajay, que hay más pesca.
-Se demoran porque la pesca deba haber sido buena.
-Quieren quitarle al vientre del río toda su riqueza, para los críos.
-Esta flor de aguaribay que llevo en el pelo, me la trajo el Negrito ayer.
-Sí,k me contó el Cholo que la arrancó para vos, cuando estaba desenredando la red.
-Me gusta este momento de cada día, cuando venimos a esperar a nuestros amores.
Otra vez los nubarrones han opacado el sol y comienza la hora azul. Es el momento en que el día se aleja y se va acercando la noche. Las lechuzas chistan desde sus escondites. La primera estrella parpadea indecisa. Es un azul eléctrico que todo lo ensombrece.
Ante tal inmensidad, ambas callan y se hamacan. Los semblantes tensos, la mirada activa, los oídos alertas, el olfato sensible y los corazones palpitantes. Sus hombres ya vendrán.
Un alarido de júbilo, de repente, cruza el río, y son ellos. El ¡chas! ¡chs! de los remos surca las aguas y pronto estarán en la costa. Los benteveos lo confirman y los caranchos se preparan para el festín.
Dos torsos morenos ya pisan la orilla y comienzan la faena de la descarga. La luna abrillanta sus espaldas sudorosas y ellas corren al encuentro. Esta vez es el Cholo, el que trae un presente para ella, una flor de mburucuyá para curar la tristeza y la melancolía. 

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