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lunes, 21 de marzo de 2011

Insectos sedientos y telarañas confusas.

Tengo varias opciones para encontrar a mi lagartijita policromática.
a) Voy a comprar cigarrillos, vuelo a la Antártida, me zambullo con equipo de hombre rana y subo buceando hasta el litoral, por el Paraná.
b)Me disfrazo de El Zorro y voy galopando por la noche.
c) Juego al Prode la herencia de mi abuela.
d) Voy a ver a una médium para lograr la traslación de materia en el espacio (versión metafísica)
e) Hago dedo a algún plato volador.
f) Camino en sentido contrario y doy la vuelta a la Tierra (madre Tierra)
g) Alquilo un globo y espero viento del sudeste.
h) Me ahogo en las aguas contaminadas del Río de la Plata y nos encontramos en el más allá (versión teológica)
i) Vendo lupines con anteojos negros, hasta hacer una fortuna y viajo en jet.
j) Me disfrazo de carta y me tiro en un buzón.
k) Escribo un millón de veces "Te necesito" como castigo por tener mala letra.

Su hija menor, Cata, con parsimonia y lenta reflexión, anuda las cartas con la cintita azul y las guarda, ordenadas por fechas, en el cofre secreto de su madre.
Su padre había sido capaz de amar con bohemia e intensidad, con la inmadurez de su barba tordilla, y de expresar ternuras epistolares que escondían su necesidad de apoyarse en su mujer, joven, soñadora y resuelta.
Ella no había podido distinguir, ni siquiera imaginar todo el universo de sentimientos que esas cartas decían.
Claro!, puro epistolario. La realidad compartida les hizo rascar la corteza seca de la rutina y sólo encontraron insectos sedientos y telarañas confusas de monotonía.
La complacencia no alcanzó a disimular el tedio que, como una gasa negra los iba envolviendo. El movimiento constante de los dos era como querer tapar con el dedo índice la erupción que siempre estaba a punto de estallar.
Y muchas veces estallaba, incontenible!. Ella recuerda su infancia y aparecen imágenes que prefiere no ver tan nítidas.
Los viajes sin rumbo y sin tiempo pretendían hacer aflorar la magia que ya no estaba. Ni cábalas, ni mandalas, ni atrapasueños pudieron retenerla; se había ido con el conejo blanco y la negra chistera.

-¿Qué pasó, mamá? -ahora ya no era lento raciocinio; era llanto y apurada recriminación.
Más de treinta y tres años lo acompañaste, ¿lo amaste?, lo asististe en su sufrimiento, lo protegiste en el abismo de sus caídas, lo salvaste en el borde del precipicio, siempre.

Ella no estaba lista para responder. Ahora va tras nuevas fantasías. Caleidoscopios multicolores brillan al sol; campanitas y carrillones suenan anunciando promesas de un amor que parece no ser efímero.
-¿Qué pasó, papá? -otros reclamos que no son oídos; por sus mejillas resbalan tibias gotas de modorra, que no alcanzan a explicar lo que no exhibe razones.
Y recita bajito un poema, una antipoesía que le viene a la mente. ¿Por qué ahora, en este preciso instante, esos versos se empecinan en develarse?

Enfermedad,
decrepitud y
muerte
danzan como doncellas inocentes
alrededor del lago de los cisnes
semidesnudas,
ebrias,
con sus lascivos labios de coral.

Él hacía rato que no estaba en ese cuerpo enfermo. Antes de la muerte, ya su alma estaba volando entre las nubes, prendido al hilo de un globo rojo, rumbo al sol.
¿Estará todavía buscando a su lagartija policromática?

sábado, 19 de marzo de 2011

Una bolsa al hombro cargada de soledad. (en cuatro entregas)

Es divertido escribirte así, casi sin conocerte. Esta cuestión de simpatías, generalmente es así... misterios de la inefable condición humana.

Vagaba mi sombra por oscuros recovecos arrastrando su silueta solitaria, entre polvorientos suspiros y goterones de lágrimas, que encharcaban los lóbregos pasillos de eterna soledad...
Y no es exageración.
¿Cuál es la realidad y cuál es la ilusión?
¿Dónde se esconden los duendes brillantes que nos deberían acompañar?
¿Somos nosotros los duendes y nos hemos olvidado?

Del otro lado, barrancas verdes,
de acá, estepa gris.
Al medio, un río manso.

Una isla sin nombre
verde, todo verde
y las lomas,
y nunca nosotros.

He esperado noticias tuyas, pero pareciera que la lapicera se quedó sin tinta.
En caso afirmativo, avíseme, estimada señora, que le mando un tanque de repuesto.

Somos unos perfectos desconocidos, que, letra va y letra viene, un poco se toman el pelo, y un poco, se toman el alma.

Lo mejor para matar las preocupaciones es viajar, claro, que viajar por viajar no es recomendable; yo recomiendo los viajes por el Brahmaputra, y si no se puede, recorrer las mesetas del Tibet al mismo tiempo. Puede llegar a ser saludable para curar la culebrilla, enfermedad ésta de origen ancestral, de cuando aún éramos medio reptiles y medio cosas sin saber ¿qué? (¿lo sabemos ahora?)
Hablando de saber, yo puedo saber muy bien si te portás bien o no, por simple interacción de posibilidades, una especie de cálculo de probabilidades, y sin máquina de calcular, o sea, una especie (y dale con las especies) de mística.

Opino que tenés una definida vocación por el amor, el matrimonio, cinco o siete silvitas, gran necesidad de cariño y apoyo para compartir tus cosas lindas y también los momentos tristes, que sabiamente transformás en lindos con tus palabras, tus gestos, tu sonrisa llena de dientes: en realidad me agarra la extrañitis aguda y me pongo bastante tarado. ¿Qué será?

Hace cuarentamil ochocientos setenta y cuatro años, dos meses y cuatro días con dos horas y pico que vivo a través de generaciones perdidas en la prehistoria, para llegar a este momento.
¿Y tanto se esforzaron para sobrevivir, para hacer las cosas cotidianas un poco mejor que ayer, para mejorar sus ahora ridículas herramientas? ¿Para llegar a este momento?
Me pregunto, qué sentido tiene toda esta vida de peces, de gatos, de plantas y de gente. ¿A dónde se quiere llegar en el tiempo? Será nomás que el único fin es la satisfacción de lograr la vida, "estar vivo" a través de sí mismo, como trillones de pequeños egoísmos felices con sus respectivas minúsculas existencias.
Y creo que está bien.

(Perdón por esta diatriba sobre especulaciones dialécticas)

Muy poca gente se da cuenta, recapacita, es conciente que está viva en este momento y que nunca más lo va a estar en el futuro, como nunca lo estuvo antes, por toda la eternidad.
Comparándose con los que vivieron antes y nunca más lo harán, se darían cuenta que son tan infinitamente privilegiados, como infinita es la eternidad.
Ahora bien, sabiendo esto, se está igual que antes... Y eso está bien.

(Resulta que me pongo un poco depresivo y si justo en ese momento escribo, me salen estas cosas)

Se pueden hacer muchas deducciones e incluso algunas que aparentan ser muy acertadas, pero todas las hacemos desde nuestro limitado medio, que es el hombre. Como si uno de esos peces que viven en las fosas marinas hiciese razonamientos acerca del universo.
Y sin embargo, su valor como ente es igual a cualquier otro, y ocupa su lugar en ese universo que no conoce.
¿Será por eso esa angustia metafísica que nos sobreviene cuando nos preguntamos por qué, para qué, cuándo, dónde, cómo...?

Y eso está bien.

He dicho: por hoy abandono este desequilibrio racional y estas meditaciones filosóficas.