jueves, 18 de julio de 2024

Huellas

 Hay secretos escondidos en los signos, en los sitios y en las personas. Tienen rastros, como arañazos, muescas, incisiones, protuberancias, hendiduras y paréntesis en lapsos de cada historia que vivimos o que observamos como testigos del tiempo. 

Dejaron huellas.

Los compañeros de aventuras y picardías.

--¿A qué no te animás? -Y montaba en la bici o en el lomo de la burra Catalina, propiedad del gitano Rubén.

Las profesoras del secundario. 

--Tu inglés va a servirte en el futuro.

--Tenés pasta para las letras. 

--Una obra profunda, de gran vuelo poético. No es literatura feminista, con todos los clichés en torno al tema. Es literatura, sin más, para sentir y disfrutar. --Mi mentora comentó.

--A ver, leé en voz alta los titulares... y ahora resolvé este problema. --Mi padre fue mi primer maestro.

--Tenés que ser maestra. Yo no pude estudiar, porque las mujeres tienen que casarse. --Me decía la tía Amalia. --Y poeta, como yo. --Y me leía sus poemas de amor. Fui transgresora, como ella, cuando me fui del pueblo tras un amor. 

--Vi da li ta...--Punteaba en la guitarra. --La vestido celeste...--Cantaba para mostrarle mis aptitudes al tío Genaro. Las marcas indelebles fueron la persecusión de lo óptimo, un legado que no siempre valoré.

--Con estos lápices vas a pintar tus sueños. --El padrino me regaló una caja de 24 colores y yo pintaba montañas nevadas y un tren bufando en las alturas.

--Las llamo las 3C. --Dijo la profe de Higiene y Puericultura. --Comer, hacer el amor y defecar.

--O te venís conmigo al sur, o se acabó el romance. --Me dijo quien fuera después el padre de mis hijas, aquí, en Patagonia.

--¿Te lamentás por todo lo que viviste? --No me arrepiento de nada. --Dije al mejor estilo Edith Piaff. 

martes, 16 de julio de 2024

Ella es música

 Gime como una armónica.

Se angustia como un saxo.

Implora como una guitarra.

Se rebela como una batería.

Solloza como un arpa.

No es un blues del desamor,

aunque haya silencios que queman,

aunque las pérdidas y las ausencias

aromen de lavanda y 

en los corales del olvida,

pinten la soledad.

Hay un pálpito de brisa.

Un susurro secreto la impulsa

en la retórica de lo cotidiano,

para beber el agua de la dicha y

abanicarse en un aire danzarín.

Hay vientos de esperanza.

Ella tiene el coraje de una amazona

y la ternura de una madre,

en un vértigo circular, indefinidamente. 

Chispazos de vida

 Una guerrera sigue haciendo pie,

da color a la sangre.

Como si una melodía de flauta dulce

le insuflara aire fresco de renovada vida.

Como si silbara un canto de amor y

de sabiduría, es ensueño de libertad.

Es latido con la intrepidez de la razón y

con la osadía de los atrevidos.

Explora el bosque del tiempo

en el pozo del sosiego

y en las huellas del silencio.

Dulces gotas de emoción

pentragraman una cadencia lenta y

un ritmo sincopado

en su remozado sentir.

Entonces, en ágil acrobacia,

apantalla las tristexas,

llena los huecos de la nostalgia y

recrea el vuelo de las mariposas.

Baila el vals de las libélulas

y en un cándido temblor de alas,

vuela rumbo al arcoiris. 

sábado, 6 de julio de 2024

Libélulas

 Una libélula que irradia su luz tornasol, aún en la quietud de la noche, con su vanidad a cuestas, coquetea en mi balcón. Compite con una libélula negra de fotogramas olvidados. 

Hay una naturaleza que se extingue. El aparato la está aplastando con plantígrado desdén; pretende manipularla con aviesas intenciones y seduce con flúor aleteo de fantasías. 

Pauso y desvío la vista hacia la ventana. Ahora la libélula presuntuosa va ganando la batalla, ocupando todo el espacio. Apago el televisor y ella me saluda con cándido temblor de alas libres. 

jueves, 4 de julio de 2024

Cortezas del alma

 Era mi obsesión

sacar la cáscara seca de los plátanos

y descubrir la lisura verde claro en primavera

para tallar un nombre y un te quiero.

Sacar la cascarita seca de la rodilla magullada,

chupar la sangre nueva que manaba

y poner fomentos de algodón y té de malva,

para cicatrizar.


Hoy, en otra geografía, ya no hay plátanos.

Tengo frente a mi ventana, un arrayán.

Me sorprendí cuando fui a desprender

la piel fría, canela y naranja. 


¿Se curan las heridas?

Había que explorar debajo de las cortezas

y encontrar un tesoro,

llenar los huecos de la nostalgia.


Voy hacia el abedul del fondo

y le quito la cáscara blanduzca y deshilachada.

El polen amarillo se esparce volando y se deposita

blandamente, hasta hacerme estornudar y lagrimear. 

No es alergia. No quiero embustes. 


Desprendo una piel, una corteza.

Develar lo más recóndito.

Una cicatriz superpuesta

no deja salir la savia del corazón.

Se agarrota como un puño.

Ya no es terciopelo suave.

Es una tela ajada por tantos rasguños,

tantos engaños

que no deja descubrir las entretelas del alma. 

Toda la luz

 Hubo un tiempo en que él se sumergía en remolinos turbios; se abrazaba las rodillas para darse calor; el frío condenaba hasta los carámbanos.

Ni un torbellino incipiente de polvo pudo cubrir su irreverente desnudez; ni las pesadillas repetidas y monótonas calmaron el temblor y el miedo.

La epopeya ensordecedora estaba concluyendo. Un mito indescifrable comenzaba a aliviarlo. 

-¡143! Sígame.

El llamado lo sobresaltó, a la vez que interrumpía el silencio musical del aire... el aire ya no estaba contaminado, cuando se limitó a beber la fragancia de todo lo vivo, a tragar bocanadas y expulsarlas laxamente.

Y la luz, de sagrada belleza enmudeció al sol; la iridiscente placidez llegaba hasta herirle las pupilas. Dejaba atrás, al fin, el dolor y el encierro. Hasta el hielo de los barrotes se estaba derritiendo.

Se oían los ladridos de los perros. El crujido de la nieve helada en cada pisada, estaba dando testimonio. No era magia, era una contuntente verdad, su libertad. 

En la víspera

 Dos opciones me dieron como libro que no se vende: guillotina o maple de huevos.

Le habían preguntado a su progenitor, pero fue tal la desolación, que se suicidó en las aguas contaminadas del Riachuelo, donde van a parar las cosas inservibles. Así que tengo la responsabilidad de dicidir.

¿Dónde van los pájaros para morir? Los árboles mueren de pie, ¿y los libros? Una vez, viajando por las rutas patagónicas, detuve el coche y ¿qué encontré en la doble línea amarilla de la carretera? ¡Un Martín Fierro! Me tranquilicé. ¿También los clásicos se arrojan sin vergüenza?

Estamos en la era de la "despapelización" como si fuera una inquisición contemporánea: la destrucción de libros por razones ideológicas o por pérdidas económicas.

En las ferias del libro que se celebran anualmente, sólo se presentan los nuevos títulos. ¿Alguien ha pensado dónde queda el alma del autor cuando dicen como un eufemismo: "No se destruyen, se reciclan"? ¿Será una situación tan traumática que los autores prefieren suicidarse?

Es la era del "fast food" y el libro, como alimento del espíritu se destruye, por estar deteriorado, roto, con humedad, o picado por los insectos, junto a tantos otros, abarrotados en grandes depósitos o contenedores.

La guillotina de Robespierre o la máquina picapapeles que elimina las evidencias de los delitos, son procedimientos muy crueles. Así que, en la víspera, un shock emocional menor sería reciclarme en un maple de huevos, al menos, me ahogaría suavemente en aguas claras y tibias. 

Libélula

Desde la quietud del escaparate,

miradas libidinosas

la atraparon en garrar hirientes

de apetitos voraces.

No quiso más ser mercancía del pecado.

Recreó, en ágil acrobacia,

el vuelo de las mariposas

y bailó el vals de las libélulas.

La veo cómo ondula su cuerpo.

Sus cabellos volátiles

resplandecen mis deseos.

Sus labios susurran,

me envuelve en sus alas y

allá vamos, rumbo al arco iris.