jueves, 5 de noviembre de 2020

Bandera blanca con mano roja

 

 

-Los irlandeses han sido dominados por el imperio inglés, no por los romanos –dice el guía –por eso eran considerados salvajes.

Así comienza la historia en la que me voy a zambullir. Ni huipil, ni sari, ni kimono, me visto de doncella medieval. Falda larga, camisa blanca, chaleco negro con cordones cruzados y botas, allá por el 1600.

Aún hoy se ve la bandera blanca que representa a Irlanda del Norte, y una mano roja, del Condado de Ulster; unos, republicanos católicos, y los otros, pertenecientes a la comunidad protestante. Cuenta la leyenda que, ante la acefalía del Reino de Ulster, los habitantes acordaron elegir a su monarca por medio de una original competencia. En un lago local, las embarcaciones capitaneadas por los candidatos, debían llegar a la otra orilla. Un miembro del clan O’Neill, viendo que se adelantaban, se cortó una mano y la arrojó a la orilla; quedó manco, pero se convirtió en rey.

Camino por las callejuelas que bordean el castillo de Bunratti y percibo la historia que construyeron los Hughes, los Mac’Namara, los O’Brien, los Shannon, Los O’Farrel: granjas, graneros, molino, establo, cobertizos, corrales, carros de los nómades… la escuela, una casa de té y el imponente castillo, que se mantiene intacto desde 1425. Riquísimos decorados en el gran salón, los dormitorios, la capilla privada y la capilla pública, el solar para huéspedes, todo, por supuesto, custodiado por la sala abovedada del cuerpo de guardia, y en el subsuelo, los calabozos de otrora.

Así, entre luchas intestinas, me vienen a la memoria los amores de Enriq           ue VIII, nombrado rey de Irlanda y la máxima autoridad eclesiástica; cuando se une a Ana Bolena, el rey se convierte al protestantismo y surge la religión anglicana.

Lo cierto es que el Puente de la Concordia aún hoy no alcanza para unir a católicos y protestantes. Aún hoy flamea en el frente de algunas casas, la bandera blanca con la mano roja. Así surge Irlanda del Norte, cuya capital es Belfast. Y la República de Irlanda, luego de luchas por la religión, entre 1968 y 1998.

Recuerdo al IRA, el “Bloody Sunday” de 1972 y a Margaret Thatcher, encarcelando terroristas sin proceso. Realidad muy compleja. Ex combatientes del IRA son hoy diputados. Continúan todavía los movimientos para conseguir la paz. Sin embargo, la guerra de las banderas prosigue. Es legal, nadie las prohíbe. En cada pueblo hay una iglesia católica y una protestante. El emblema es la bandera tricolor de tres franjas, verde (católico), blanco (la paz) y naranja (protestantes).

En Galway transito junto a Brian y Maoly, que me cuentan historias. Hay que abrigarse, abandono el traje de doncella y me visto de turista argentina. Compro un par de medias tricolor, pero eso sí, una tiene más blanco que naranja y verde, y la otra, es naranja con verde y blanco; ambas, salpicadas con tréboles de tres hojas.

Ya debo emprender la retirada. Ryanair tiene el símbolo de la lira, es el arpa celta; también está ese escudo en la cerveza Guiness. ¡Salud!  Música y alegría. Hay voces extrañas que se entremezclan en la diversidad. Antes hubo oleadas de inmigrantes europeos, asiáticos, árabes. Este fluir continúa, junto con el avance económico.

Llega el momento de la despedida. Mis anfitriones traducen el gaélico para mí. En el regreso escucho a U2, a Bono, manifestando y veo una película con Sean Connery. Me adormezco con diferentes tonos de verde: el verde inglés y el verde lechuga, que representa a Irlanda.

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