Se me ha encomendado escribir una ponencia acerca de la
catarsis en contextos de pandemia. Es poco lo que puedo agregar, ya que los
anteriores expositores han hecho un recorrido histórico y otros, indagaron en
la literatura universal sobre el tema. Muy interesantes por cierto, de los que
aprendemos. El contexto ya está dicho.
En este caso, por lo tanto, no haré una tesis, sino,
simplemente abonaré una hipótesis en torno al tema: la capacidad que todos
tenemos (a veces, desconocida) sobre la posibilidad de sanar a través de las
diferentes manifestaciones artísticas.
Los escritores contamos con la palabra para curarnos de tan
diversas sensaciones que hemos ido experimentando ante este flagelo que nos
sorprendió inesperada e ingratamente.
Hemos pasado por sentimientos variados desde el inicio hasta
este presente. La adaptación obligada a nuevas formas de vivir, donde no hay
lugar al consumismo exacerbado, para rodearnos de cosas materiales, a veces
innecesarias. La introspección nos llevó a valorar a aquellas personas que
teníamos cerca y no fuimos capaces de decirles un “te quiero”, y ahora
extrañamos. Reconocer al hogar como un refugio seguro, así como la
culpabilización por el daño que los humanos le hemos infrigido al planeta, sin
justipreciar la belleza de nuestro entorno.
En el transcurrir, tuvimos esperanzas que después viraron a
ilusiones vanas, porque descubrimos la manipulación, las dudas, las incertezas,
la falta de libertad, para no poder planificar, siquiera, a corto plazo.
Sobrevino entonces la bronca, las disputas de poder, y el incontrastable miedo
a lo desconocido y la angustia.
El hartazgo posterior abrió paso a la rebeldía o a la
depresión en muchísimos casos.
Pero, reitero, los escritores tenemos un arma de combate
contra todos esos males: la palabra, la que nos hará sobrevivir y superar
obstáculos. “Reinventarnos” o “Resiliencia” son dos términos que de tanto uso
están perdiendo significado. Para devolverles valor, escribir y compartir entre
escritores y lectores será la mejor manera, porque no hay escritor sin lector,
ni viceversa.
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