-¡No puedo alcanzarte! –Una dendrita que lleva los brazos caídos grita.
-Elonga, estira, ya verás. –Responde la más optimista.
No llegan a tocarse, sin embargo, en la arborescencia de mi cerebro atormentado.
¿Cordura? ¿Eso me piden?
¿Locura? Y sí, es necesaria para crear ideas que nos sobrepongan de esta enajenación de enredos alienados, como rastas envejecidas en el tejado de las incongruencias.
Una de un lado; la otra, en el extremo opuesto de la hendidura; el endurecido cerebro, como una roca, en dialéctica conclusión de las neuronas, hará crecer ese cristal metálico, la mineral estructura de algas, de líquenes, o de moho,que pugnan por salir. Son los que finalmente nos rescatarán.
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