domingo, 31 de mayo de 2020

¡Uy, me desacordé!


¡Uy, me desacordé!
Así decía mi hija chiquita cuando volvía a casa sin el pan y sin las monedas que le había dado para que compre; se había quedado en la plaza jugando con los amigos.
Levantarse temprano, escuchar la radio, tomar mates y pensar que este confinamiento va para la largo, hacer la cama, ver en la T.V. las noticias (el presidente está explicando gráficos inentendibles). Hoy me toca salir por las compras esenciales, me pongo el barbijo y salgo a caminar a 500 m a la redonda del domicilio; lavarse las manos, enjuagar el tapabocas, sumergir la bolsa de compras en agua con lavandina, lavar las verduras y todo producto que viene de afuera, cocinar, chequear las redes para reirme un poco, planear qué puedo hacer en lo que resta del día, sacar las telarañas de la biblioteca, lavar los vidrios porque se chocó un pájaro en mi ventana, higienizar el baño, llamar por teléfono a la vecina… Uff, cuántas tareas! Todo sanitizado, hasta las pantuflas que arrastro sin cadencia por toda la casa.
Una se cansa, así que inicio el proceso de despapelización: tirar la pila de cuadernillos y de apuntes de la facultad… y pienso, ¿por qué no iniciar el proceso de desrutinización?
Dicen que si alternamos los quehaceres cotidianos, si caminamos hacia atrás, si utilizamos la otra mano (diestra o siniestra), nos garantizamos que no llegue el Alzheimer.
He probado cada estrategia, hasta he retrocedido las manecillas del reloj que ahora no tic-tacquea más. Del grifo no sale agua. Hay un corte de energía eléctrica, sin señal (del 4G al 0G, y sin punto G) Una mecánica de la inacción, una desacelerada inercia para extirpar los recuerdos y reducir el futuro a este cuasi presente sin previsión, con temores y sin esperanzas.
Así ando, de la ilusión a la boba beatitud, en la fascinación de la inminencia, contemplo la sombra de un árbol que se alarga, la quietud de un atardecer naranja y la aparición de una media luna que se muestra estática entre las nubes. Desmemoriada y desfuturada, soy un ente que se somete. Bajo los brazos, cuerpo en modo vibración y desmagnetizado, opaca la mirada, laxos los dedos, espalda curva y cabizbaja en incinética perpetua. Enferma de monotonía estoy. Soy un río que se seca y ya no busca su mar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Me gustaría conocer sus opiniones, percepciones y comentarios de las páginas de mi blog.