¡Uy, me desacordé!
Así decía mi hija chiquita cuando volvía a casa sin el pan y
sin las monedas que le había dado para que compre; se había quedado en la plaza
jugando con los amigos.
Levantarse temprano, escuchar la radio, tomar mates y pensar
que este confinamiento va para la largo, hacer la cama, ver en la T.V. las
noticias (el presidente está explicando gráficos inentendibles). Hoy me toca
salir por las compras esenciales, me pongo el barbijo y salgo a caminar a 500 m
a la redonda del domicilio; lavarse las manos, enjuagar el tapabocas, sumergir
la bolsa de compras en agua con lavandina, lavar las verduras y todo producto
que viene de afuera, cocinar, chequear las redes para reirme un poco, planear
qué puedo hacer en lo que resta del día, sacar las telarañas de la biblioteca,
lavar los vidrios porque se chocó un pájaro en mi ventana, higienizar el baño,
llamar por teléfono a la vecina… Uff, cuántas tareas! Todo sanitizado, hasta
las pantuflas que arrastro sin cadencia por toda la casa.
Una se cansa, así que inicio el proceso de despapelización:
tirar la pila de cuadernillos y de apuntes de la facultad… y pienso, ¿por qué
no iniciar el proceso de desrutinización?
Dicen que si alternamos los quehaceres cotidianos, si
caminamos hacia atrás, si utilizamos la otra mano (diestra o siniestra), nos
garantizamos que no llegue el Alzheimer.
He probado cada estrategia, hasta he retrocedido las
manecillas del reloj que ahora no tic-tacquea más. Del grifo no sale agua. Hay
un corte de energía eléctrica, sin señal (del 4G al 0G, y sin punto G) Una
mecánica de la inacción, una desacelerada inercia para extirpar los recuerdos y
reducir el futuro a este cuasi presente sin previsión, con temores y sin
esperanzas.
Así ando, de la ilusión a la boba beatitud, en la fascinación
de la inminencia, contemplo la sombra de un árbol que se alarga, la quietud de
un atardecer naranja y la aparición de una media luna que se muestra estática
entre las nubes. Desmemoriada y desfuturada, soy un ente que se somete. Bajo
los brazos, cuerpo en modo vibración y desmagnetizado, opaca la mirada, laxos
los dedos, espalda curva y cabizbaja en incinética perpetua. Enferma de
monotonía estoy. Soy un río que se seca y ya no busca su mar.
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