sábado, 9 de mayo de 2020

Plan onírico


Plan onírico

Él está sentado sosteniendo su cabeza hueca, en donde bullen imágenes fatídicas.
Sus ojos verdes se disparan como enajenado y no sabe el motivo de su furia. Golpea con frenesí a la mujer que está cursando el cuarto embarazo. Gritos de angustia y dolor, mientras amamanta a la tercera de sus niñas, que se asusta. Los otros chiquitos corren a esconderse debajo de la cama. Un portazo impertinente da por finalizada la escena. El silencio posterior es el protagonista de la obra.

No es capaz de disimular o ignorar a las chicas que le coquetean, porque es un Don Juan. ¡Es tan lindo! Dicen cuando lo ven en la cancha, donde él es el rey; los festejos por la goleada no pueden despreciarse. Baile de seducción y amoríos lujuriosos completan el cuadro.

La adolescente huye de las miradas libidinosas de su padre que le desnuda su pobre almita. La nueva esposa, que está embarazada la cela y grita ¡No la quiero en mi casa! La despiden en la terminal de colectivos para regresar con su mamá.

Tres pesadillas y otra, que es anticipo, como una premonición.
Su primera esposa llega y se instala junto a él, que sigue sosteniendo su cabeza hueca, sin pelos, casi. La mirada extraviada, las cejas blancas, el ceño liso, de los que no se sienten culpables, la boca entreabierta que deja ver unos huecos obscenos y una lengua exhausta. La barba blanca con la desprolijidad de los abandonados. Encorvado, el torso. Raídos los zapatos de tanto caminar sin norte. Ella no ve debajo del pantalón raído, pero imagina el miembro fláccido de la decrepitud.
Radiante y triunfal, en los albores de la edad madura, lo sorprende con un golpe de prosa, que lo aturde. Se tapa los oídos para no escuchar las tempestades de la mente, que ahora sí lo atormentan.

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