jueves, 14 de junio de 2018

Naderías que se olvidan

¡Cómo que nada! Nada de nada, dices.
¿Nada te quedó de la infancia? ¿Objetos, juguetes, imágenes?
Prueba como yo. Un restgregar de párpados, y ¡listo!
La muñeca articulada con ganchos en las piernas, en los brazos, en las caderas, ésa que se le había caído el pelo de tanto peinarla... y que mamá después le confeccionó una peluca con los mechones de mi propia cabellera, que quedaron tirados en la peluquería. Ésa de los ojos saltones que se movían de un lado a otro y que después le hice un agujerito en el cráneo para investigar el mecanismo, total la peluca tapaba todo. Ésa que lucía un primoroso vestido blanco confeccionado por mamá, y los calzones grandes para tapar los fierritos...Me llevé la muñeca y la tenía guardada hasta que mis hijas un día la tiraron por fea y anticuada...
Otra friega en los ojos y ahí está el camioncito azul de madera que le habían dado a los empleados del correo para Navidad. Era fabricado por los presos y se los regalaban sin preguntar si era para nena o para varón. Mi papá me lo dio igual. A mí me hubiera gustado una muñeca, pero en fin... lo guardé y después se lo di a mi hermanito que nació unos años después.
La caja de los recuerdos está vacía, pero veo igualmente, el largavistas de plástico rojo que me regaló el padrino. Con él miraba a la distancia y en el horizonte veía paisajes bellísimos, un tren entre las montañas nevadas, un elefante mojando a sus hijitos, un delfín rosada saltanto junto a la barca, una indiecita eligiendo piedrecitas de colores... 
Veo ahora el vestido de danzas suizas con todos los detalles y las castañuelas y los tacones de bailar flamenco... y la bicicleta flamante, sin rueditas... y los duraznos maduros que comía a la hora de la siesta, y el boletín de notas escolares, y la libreta llena de estampillas de la Caja de Ahorro Postal, mi primer cuaderno de clases y el album de figuritas (siempre me faltaba la difícil) y la oveja negra que visitaba todas las mañanas...
Otro pestañeo y alcanzo a divisar el picnic de la primavera y el primer beso. Ahora me toco los labios y todavía lo siento... las revistas Crisis que escondía debajo del colchón en la pensión, y los panfletos, y la servilleta del bar de los estudiantes, que me recuerda mis primeros escarceos amorosos y tantas cosas...
Ahora que puedo buscar tranquila, ahí veo las cartas que me escribía el que fuera después el padre de mis hijas. ¡Ésas sí que perduran! Atadas con una cinta azul. 

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