jueves, 14 de junio de 2018

Toda la luz

Hubo un tiempo en que él se sumergía en remolinos turbios; se abrazaba las rodillas para darse calor; el frío intenso condenaba hasta los carámbanos.
Ni un torbellino incipiente de turbio polvo pudo cubrir su irreverente desnudez; ni las pesadillas repetidas y monótonas calmaron el temblor y el mido.
La epopeya ensordecedora estaba concluyendo. Un mito indescifrable comenzaba a aliviarlo.
-¡143! Sígame.
El llamado lo sobresaltó, a la vez que interrumpía el silencio musical del aire... el aire ya no estaba contaminado, cuando se limitó a beber la fragancia de todo lo vivo, a tragar bocanadas y expulsarlas laxamente.
Y la luz, de sagrada belleza enmudeció al sol; la iridiscente placidez llegaba hasta herirle las pupilas. Dejaba atrás, al fin, el dolor y el encierro. Hasta el hielo de los barrotes se estaba derritiendo.
Se oían los ladridos de los perros. El crujido de la nieve helada en cada pisada, estaba dando testimonio. No era magia, era una contundente verdad, su libertad. 

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