jueves, 14 de junio de 2018

Hondos sentires prófugos

Miríadas de luz sobre el río. Verdes luminiscencias. Reflejos dorados desde el oeste. Aguas danzantes sobre la corriente de aguas claras.
Bailo en la orilla, hasta la extenuación, con un ritmo enloquecido. Desnuda, me despojo hasta los orígenes. Arrojo mis ropas que se van por el medio del río, y canto.
Ahora el cielo va tornándose gris. Una nube negra intercepta la luz y detengo la danza. Hasta los pájaros han cesado sus chillidos. Se oye un silencio inconmensurable, que me hace tiritar.
A lo lejos y en la penumbra, ya en un recodo veo. ¿Son nenúfares? ¿Son mortajas? Incertezas, dudas, contradicciones. Hay que renacer, aún en la oscuridad. Me sumerjo y el fango es mi abrigo.
Otra vez danzo con desenfreno, hasta que en la espesura, una estrella y una luna turca me marcan el rumbo. Hacia allá voy, a punto de recomenzar.

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