martes, 26 de junio de 2018

Cavilaciones de invierno

Al calor del hogar, frente a los leños encendidos, fuma, envuelto en un poncho de lana que le cubre la espalda; casi se mete en el hueco de la chimenea. Y bebe su ginebra. En el interior de la cabaña, el frío se hace sentir. En la otra ventana, la blancura gélida ha formado extraños dibujos de hielo, estrellas de escarcha que se fijaron allí, para no dejarlo ver, para exigirle mirar hacia adentro.
Afuera, la nieva acalla los ruidos. Es una nada blanca que no lo perturba, pero siente un vacío emocional, un silencio inconmensurable, un monumental sigilo que por ahora no lo inquieta.

Las dunas eran acariciadas por el viento del sur. Un calor abrasador obligaba a darse un chapuzón en el mar. Era también la ocasión para disfrutar de un amor de verano. Rocki, guitarreadas, fogón en la playa. Arena y besos. Despertar luego en el hueco de la caleta, al alba, cuando el sol comenzaba a calentar.
Ella se fue y unos meses después, la responsabilidad de ser padre a los veinte años.¿Qué habrá sido de ella?
Conoció al chico en su aniversario número veinte. Rasgos suaves, nariz afilada y frente abultada, como su madre, y rizos rubios... ¡Lo dejó ir! Sin palabras, insensible y vacuo.

Abajo, el agua fría y negra; arriba, la luz cálida y amarilla. Quiere subir, coloca ambas piernas en las salientes irregulares de los ladrillos musgosos del aljibe; se sostiene con una mano en el hueco que dejó el bloque ausente, y con la otra, se topa con la lisura resbalosa. Pedruscos sueltos caen al fondo del agua helada.
No puede avanzar. Si mira hacia arriba, la altura lejana lo marea; si mira hacia abajo, un círculo concéntrico quiere tragarlo. Se tensan los músculos hasta la extenuación. Luego, una mano se desprende y lo hace girar hasta golpear la cabeza en la pared circular. Se toca la frente ensangrentada y sudorosa. Arriba, la luz se está tornando opaca. Nuevamente se derrumba  y cae en la profundidad oscura. Quiere descansar... se revuelve sobre la almohada, se agarra a la boca del brocal... ¡Siempre vuelven esas imágenes!.

Se sobresalta. ¿Quién es esa casquivana, esa sombra negra que osa presentarse así, tan de sorpresa? Misteriosamente, otra vez aparece. En esta ocasión, ataviada con una túnica negra, una capellina al tono, y una máscara. De la boca que no puede ver, exhala el humo de un cigarro con olor a incienso.Ella es todos sus sueños. Es un espejismo que quiere borrarle esos días iguales, esas tardes eternas, esas noches tan largas. Ahora, entre las llamas, percibe como un susurro: " Se derrama la espuma de tu memoria, y no habrá mañana".

Los tres chicos vecinos han ido a visitarlo para escuchar sus anécdotas y reírse al calor del fuego, pero el viejo está demasiado borracho para articular palabras, o hilar con coherencia esos lindos giros verbales que solía emplear. 
-Nos vamos, le dicen cuando él ha dejado de mirarlos, porque está comenzando la secuencia de la añoranza y la tristeza, ésas que se materializan en lentas lágrimas, que ruedan por su barba blanca, cuando bebe del gollete del porrón de ginebra. 


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