Nieva con la suavidad de un invierno en el silencio inmaculado. Hibernan. Hibernamos. Es un lapsus de la vida que duerme en la planicie blanca y quieta.
Por arriba, los copos sutiles van tapando todas las miserias, todas las vergüenzas, todas las angustias, mientras un sol tenue abrillanta la lisura.
Por abajo, los gusanos cavan vericuetos escondidos; las hormigas protegen su comida, que no es maná. Las cigarras y los grillos se han callado de grave afonía. No se oye el ruido interior de la tierra; las raíces crecen y se afirman con sigilo.
Y así, en el instante preciso, siento un temblor imperceptible en el umbral vivo de la revelación. Ahí veo al tulipán asomando su cabecita curiosa y muda. Es una flor sola con su sangre roja, que anuncia la vida y sorprende, como asombra la belleza de una obra de arte, como si fuera el despertar de un sueño prístino.
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