lunes, 14 de mayo de 2018

Lozanía y despojos

Cuando su cuerpo comenzó a moldearse bellamente, todo, su piel, sus poros, sus senos y su boca supieron el sabor del deseo, degustaron las mieles de la lujuria y se elevaron en aras de la libertad.
Nada más lindo que salir de la quietud de los escaparates. Ascender por los aires del delirio. Respirar a bocanadas frescas el cielo límpido. Recrear el vuelo de las mariposas. Ser libélula de colores y competir con el arcoiris.
Un día deseó el reposo. El matrimonio y un esposo de mirada torva y manos insensibles, no fueron suficiente para acallar las ansias, para atrapar los sueños. Extrañaba el afuera y desechó la esclava cotidianeidad.
Entonces salió a las calles, recorrió las bocacalles, se detuvo en los semáforos, caminó por los albañales, tropezó muchas veces con las ratas del basural, cayó en los charcos pestilentes, resbaló ¡tantas veces! para no quedar aprisionada en las garras hirientes de apetitos vorces. Descubrió, en tanto, que era mercancía del pecado. Y partió.
Probó suerte en lujosos establecimientos y fue bailarina de varietée. Las luces, las lentejuelas y las baratillas la subyugaron a destiempo. Cuando sus carnes fueron tristes colgajos y su piel arrugada afeó su antigua hermosura, continuó en tugurios infectos, compartiendo el trajín de otras mujeres de su calaña y ex-hombres que la arrojaron al lodo nauseabundo.

Hoy leía un pequeño recorte del periódico: "Hallaron el cuerpo sin vida de una mujer en la callejuela oscura que divide "Barrio el humo" y "Villa Asma". Se desconocen sus datos de filiación.

Yo intuyo, sin embargo, que el cadáver pertenece a Ramona Montiel, que ha perdido todo, hasta su identidad.

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