jueves, 17 de mayo de 2018

La cadencia de las violetas

Por momentos se desploma, atropella
y es violenta con todos y los cristales.
Sobre los techos tamborilea y
me anuncia que hoy no habrá visitas,
que vaya arrebujándome dulcemente entre las sábanas,
y que sueñe.
Él no vendrá.
Una niebla, salvadora, me adormece y
ya no retumba en mis oídos
el portazo que ha dado al irse.
Arrecia ahora y se encoleriza.
A borbotones forma charcos aquí y allá.
Me veo chapotenado rumbo a la escuela.
Risas y guardapolvo blanco salpicado de barro.
¿Y ahora, por qué el paraguas llora lágrimas oscuras desde el perchero?
Él no vendrá.
Más tarde, como si se arrepintiera,
comienza otra vez, mansamente.
Acaricia las hojas, las flores y los frutos.
Nítidos colores son más brillantes y sonrío.
Despierto, y veo desde mi ventana
que el arcoiris asoma.
Un colibrí viene a contarme
que él está en camino.
Enjuago mi cabellera en el extremo de la canaleta.
Desnuda, mi cuerpo brilla y se suaviza.
La tormenta calmó.
La lluvia fina ya ha mitigado mi dolor.
Por el sendero lo veo llegar.
Ahora, el aroma de las violetas es más intenso.

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