miércoles, 12 de diciembre de 2012

¡Tachín, tachín! Llegó el circo.

Voy a jugar también con mi globo rojo, casi como se divierten en el carnaval de Venecia, los arlequines, las colombinas y los polichinelas. Hoy visito la carpa gigante del circo. Lona azul, roja, verde y amarilla, primorosa, destella a lo lejos y atrae a grandes y chicos.
Diablillos púrpuras y azules, de mayor a menor muestran sus rutinas de piruetas, saltos y roles sobre la alfombra mullida. Un payaso y dos acólitos dialogan con sus instrumentos. La hilaridad recorre el ambiente, mientras la música suena hasta atronar. Los chicos apluden sin descanso y se paran para no perder detalles de la historia que los hace reír.
Los adultos se apresuran a comprar nubes de azúcar rosado y garrapiñadas y sientan a los niños porque el espectáculo está comenzando. Me acomodo arriba en la estructura metálica, donde supongo veré desde muy cerca a los trapecistas volantes. Pero no, la caminata del equilibrista da comienzo, elegante, sobre el alambre tenso. Al llegar hacia mi lado, me toca con su vara mágica. Me transmite una corriente de simpatía y me siento con la audacia de los acróbatas. También yo salto y me imagino que doy vueltas con ellos en la cama elástica. Los aplausos y las risas, no son para mí, presiento.
Se despliegan telas de colores; un muchacho se yergue con toda la fuerza de sus músculos y desciende; se enrolla desde los brazos, se sujeta por los pies y cae cabeza abajo, hasta que el elástico de su cuerpo lo eleva otra vez. Abajo, en la pista, una contorsionista de traje color piel se arquea hast juntar pies con cabeza; se sostiene sobre sus manos y así camina al encuentro del acróbata de las telas, para estirarse con toda su elegancia y saludan.
Fiesta de color, de proezas y de sonidos estimula la energía y la fantasía. Viene el intervalo y me sumerjo en los recuerdos de cuando era niña. No me daba cuenta de ciertas cosas, por aquellos años, cuando de la mano de mi padre, íbamos a ver a los animales enjaulados, alrededor de la carpa grande, junto a los carromatos. No veía la tristeza en los ojos del tigre de Bengala, ni el lagrimeo de los monos piojosos. No percibía el cansncio del elefante viejo, en su traje gris arratonado, ni la abulia de los leones sacudiendo las moscas con su cola, ni veía la joroba de la jirafa vieja, que casi había perdido la nitidez de sus rayas.
Tampoco sabía que las rutinas en cada espectáculo se habían logrado, a fuerza de látigo y castigo. No podía distinguir que, a través del gesto pintado de risa y alegría, el payaso estaba triste, casi prisionero en la monotonía de días iguales, exactos, que sólo veía en su trashumancia, caras desconocidas y pueblos con paisajes dispares. Evocaba la sonrisa ficticia de la mujer que, pegada a la pared, recibía los cuchillos que lanzaban para enmarcar su contorno y luego sonreía. Agradecía los aplausos y los gritos de admiración.
Dejo de lado esos pensamientos tristes, me seco las lágrimas y gozo viendo la felicidad de los chicos. Activan los juguetes luminosos y las pelotas de broma que, al lanzarlas vuelven a su dueño, atadas de un piolín. Hay globos de colores e inmensas pelotas para desplazarse sin caer...
Ya anuncia el maestro de ceremonias, de frac y galera, que el espectáculo continúa. Aparece una familia de atletas en monociclos. Volante arriba, pedales abajo, hacia adelante, hacia atrás, bailan al ritmo de una bachata. Una bicicleta plateada, pequeñísima, hace círculos en la pista de luces de colores.
Viene después un mago que nos cautiva con fantasías de paz y de paloma. Un conejo temeroso sale de una chistera y vuelve a esconderse en la caja de terciopelo y lentejuelas.
Me quedo quieta aquí arriba, hasta que todos los artistas salen a la pista. Un chorro de luz ilumina a los acróbatas y después saludan al público. La función está concluyendo y se van con sus chirimbolos, al ritmo de las chirimías.
Aprovecho el momento de confusión general y me escapo por el hueco en lo alto de la carpa. Veo el cielo tachonado de estrellas. Una inmensidad conmovedora; me pregunto ¿esos pequeños acróbatas van a la escuela?

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Me gustaría conocer sus opiniones, percepciones y comentarios de las páginas de mi blog.