jueves, 6 de diciembre de 2012

Con espontáneo candor.

El viento me ha llevado hasta la costa del mar. Acorde con mi estado de ánimo, la bruma hace más melancólica la tarde. Me refugio en el reparo de la barranca y, para parecer una chica normal, desinflo mi vehículo rojo y lo guardo en un bolsillo del anorak.
Me entretengo mirando la familia de cangresos que van hacia las olas en retroceso y rápido regresan, caminando de costado. Los últimos rayos del sol abrillantan la arena y sus caparazones. El que parece mayor recrimina a los más pequeños, para que vuelvan a la arena seca, cuando una ola imprevista lo revuelca hasta hacerlo desaparecer.
Unos pescados con red están maniobrando a brazo partido. Parece que la carga será abundante. Los más cercanos recogen sólo unos manojos de algas enmarañadas, algunas piedritas, una zapatilla, una gorra sin visera y el silbato de un guarda-vidas. Los de más allá tienen más suerte. Gran cantidad de cornalitos. Enseguida encienden una fogata junto a las carpas armadas justo después de la marca que dejó la pleamar. Se oye el rugido de la lancha que patrulla la costa.
-Está prohibido hacer fuego -les indican por un megáfono. El olor a fritura les llega enseguida.
-Mañana, a esta hora pasen que les voy a convidar otra vez -imagino que les está diciendo uno de los muchachos, mientras ingresa al agua hasta la cintura y les alcanza una fuente repleta de pescadilla crujiente.
Las carpas permencen y el fuego dora lo pescado y calienta los torsos mojados. Por la arena mojada viene hacia mí el heladero.
-Te regalo un helado de chocolate -me dice y se sienta a mi lado. Acepto y lo disfruto en silencio.
-Yo tomaré uno de frutilla. Hoy no se vendió casi nada y estos, mañana estarán vencidos. Se incorpora, recoge las patas del cangrejo accidentado y parte empujando su carro.
Todavía brilla un  bote de goma con destellos anaranjados, que se dirige a la playa. Son los aprendices de buceo con sus salvavidas, que ya hacen pie.
El ruido de un motor me sobreslta. Se lo oye cerca de la última caleta que veo. Es un barco grande y lujoso. ¿Será la fragata "Libertad"? Me acuerdo que una vez la vi anclada en aguas territoriales de mi país. Pero no. Ahí se acerca otra embarcación menor. ¿Serán filibusteros o traficantes? Alcanzo a ver a uno que no tiene pata de palo, ni parche negro en un ojo, ni tatuajes de sirena. Éste viste un atuendo caro y usa anteojos negros en 4 D. En cadena de manos, traspasan cajas no muy pesadas.
La playa quedó en sombras y el viento ya cambió. Subo hacia la rambla y sin que nadie me vea, inflo mi globo rojo y me voy hacia el norte otra vez. Me voy pensando dónde estará ahora la fragata que perdió su nombre. Libertad. Tal vez ahora está encallada en el Mar de los Sargazos.

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