sábado, 22 de septiembre de 2012

Con-jugando verbo, pronombres e ilusiones

Yo imagino el mar, casi como un espacio inconmensurable que me impide ejercer la libertad. En su vaivén me desmadeja y las hilachas de anémona y sirena se mecen lentas, regulares. Tampoco me deja guardar en los cuéncavos de coral, de madréporas y de cardumen, mis tesoros de fantasía. Y en su resaca me abandona entre algas malolientes y pedruscos extraviados.

Vos imaginás un pozo tétrico y hondo de aguas negras, de ladrillos resbalosos de musgo palpitante; es un lugar que te oprime las costillas y te sofoca la garganta. De tanto sufrir, te empuja hacia el hospicio, donde ahora habitas con la mirada absorta y retienes o tragas toda la arena del desierto.

Él imagina un cyber-espacio entre planetas y ordenadores, en donde va volando, sujeto a un globo rojo, ése que nunca se pincha ni explota, para conocer lugares ignotos, para perseguir resquicios de ternura, para reconocer personajes desprovistos del ropaje de los mitos y los estereotipos.

Nosotros imaginamos un cielo tachonado de mariposas moteadas de negro, rojo y amarillo, amplio, como el horizonte liso, allá lejos, que nunca será interrumpido ni por montañas, murallas, paredones, volcanes, ni por guerras, nubarrones, ni homicidios.

Ustedes imaginan una meseta árida, cuarteada, reseca, llena de grietas, rescoldos, humaredas, osamentas y cenizas, donde los esqueletos deambulan sin norte, llevando un espino entre las falanges. Así se va transformando todo aquello, la vida que era antes.

Ellos imaginan un sitio de ilusión, donde la utopía de la paz nos sonría en los rostros fulgurantes de miradas tiernas. De las manos que se entrelazan, parte una caravana de seres en perfecta armonía, que avanzan por un sendero de luces y aguas cristalinas y calmas, que el sol bruñe.


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