jueves, 27 de septiembre de 2012

Un ingrediente insustituíble, la pasión.

En el taller sobre la década del '60, nos encomendaron una tarea, para entregar a la semana siguiente. Son tantos los recuerdos , que un día no alcanza, por lo que me remitiré a relatar destellos del secundario, para ser consecuente con las transgresiones que me caracterizaban como alumna por aquellos años. No tanto, hoy en esta etapa de pasada la 1º década del 2000.
Durante mucho tiempo tuve que soportar undiente partido, desde que me rompí uno durante una disputa de Pelota al cesto. Yo era ataque y la defensa del equipo contrario, que era bastante gorda yforzuda, me planchó sobre las baldosas de la cancha. Por esta razón, al reírme, por años, me tapé la boca, y para sustituír los labios cerrados, sonreía con los ojos, porque esa rajadura era un manchón oscuro, sucio y sin gracia.
Por la mañana, Educación Física, 1º y 2º de mujeres. Apareció sorpresivamente, un inspector de esa asignatura, un sujeto muy viejo, achacoso y a punto de jubilarse, supuse. Nos pidió que hiciéramos un ejercicio, pero en vez de hacerlo él, como ejemplo, iba explicando con una tiza sobre el piso. Calculo que sufriría de lumbago, o escoliosis, o reumatismo. Ahora lo pienso así. Mirá a Mabel y nos tentamos. Miramos a Alicia, a Raquel y a Mariana, y explotamos ahogando las carcajadas con una mano extendida sobre las bocas, mientras las lágrimas de risa y picardía, saltaban sin contenerse más. Por la tarde, el Director, Dr. Lanza, que nos lanzaba dardos desde sus ojos negros y penetrantes, nos dio un buen sermón. No nos puso amonestaciones, porque dos éramos de 1º y sólo nos hizo un severo llamado de atención. Habló sobre la moral y las buenas costumbres y sobre lo detestable de la insolencia y la falta de respeto a los mayores.
En la 1º hora de Matemática, una profesora joven se presentó. Marta Pico, y próximamente, de Fiume, dijo. Y yo, desde la fila de atrás, con total desparpajo y simulando toda la inocencia de una ingresante, indagué. ¿Pico largo o pico corto? Esa intervención nefasta me costó rendir año a año es materia, en diciembre, y otras veces, en marzo, directo.
En la 2º hora, apareció la de Historia, que también daba Geografía. Era una solterona malhumorada, que se limitaba a indicar la lección para la próxima clase: Etapa de los Habsburgos, páginas 33 a 50, del libro de Ibáñez. Solía usar unos anteojos ahumados. Boletín en mano, se presentaba taconeando fuerte, e inmediatamente colocaba su dedo índice derecho sobre los listados para llamar a "dar lección". Igualmente, nosotros sabíamos que éramos observados con malicia, hasta descubrir en nuestros rostros, la imagen de pichones asustados. En Geografía, una vez cayó sobre mi nombre ese dedo acusador. Hidrografía de Asia. Sobre un mapa mudo, había que dibujar el recorrido de los ríos de la China (amarillo, azul) Yo no había estudiado, porque me negaba a memorizar los nombres en mandarín y me parecía una tontería lo del mapa pizarra. Siéntese. Un dos, me dijo muy cortante, la señora. La próxima clase, Orografía de Asia. Estaba tan enojada, que tampoco estudié. Sería una gran casualidad que el dedo cayera otra vez sobre mi nombre, pensé. ¡Qué ilusa! Pero me equivoqué en mis predicciones. Escuché mi nombre y tuve que pasar. Utilicé el recurso de mi memoria visual, y dibujé con gran habilidad y primor, con la lengua asomando por un costado, un cuadrado cubierto de líneas horizontales y verticales en el centro mismo de ese gran país. Era el nudo de Pamir, y lo dije, pero se me hizo una laguna y no recordé las cadenas montañosas que de allí partían. Un uno, Castiglione. Lo que más me rebelaba era que lo hacía con sorna victoriosa.
Mi amiga Gloria era buena en inglés, y yo, buena en Castellano. Por esas cosas de la amistad y la solidaridad, nos vestíamos igual, los peinados de raya al costado y el flequillo sostenido con una hebilla plateada, la postura corporal, la estatura y la audacia, todo nos había mimetizado. Así que cuando la de Castellano llamaba a Colomba (el apellido de Gloria), pasaba yo al frente y resolvía el análisis sintáctico del pizarrón con total perfección. Así mismo, en Inglés, cuando me llamaban, pasaba Colomba y respondía el cuestionario también correctamente. Todavía no sé, si la de Lengua y la de Inglés eran distraídas, o se confundían porque nuestros apellidos comenzaban con C, o definitivamente, eran bobas. No sé.
Lo que no me gustaba era Caligrafía. Redondilla, letra inglesa y bastardilla con tinta azul y plumín. Tampoco me gustaba Contabilidad. Pero en eso teníamos suerte las chicas, porque al final de cada bimestre, nos sentábamos en 1º fila y lo mareábamos al contador libidinoso, al cruzar y descruzar las piernas que mostrábamos debajo de los guardapolvos bastante cortos, por cierto. Resultado: sólo los varones iban a examen.
Tampoco me gustaba Química y Merceología, pero el profesor se hacía el distraído, mientras leía el diario y nosotros debíamos hacer los ejercicios. No usábamos tabla periódica  y había que memorizar valencias y signos, cosa que detestaba. Sí me acuerdo del jabón que hicimos en el laboratorio. Lo rememoro, porque mi creación científica fue guardada en el cajón de las bombachas. Le había puesto tanto colorante y perfume que, cuando el jabón hecho con grasa fue exudando lentamente sus jugos, mis prendas íntimas quedaron pringosas y manchadas. Un día el flaco Barber de ojos verdes y moreno, que nos tenía a todas muy enamoradas, faltó. Todos los profesores estaban asustados. Se notaba y no sabíamos qué pasaba. Después supimos que, como era montonero, estudiante de la facultad de Ingeniería Química, lo habían matado.
Higiene y Puericultura me caía bien, más aún, porque la profesora era una gorda muy simpática, que sufriá de Bocio. Cuando nos explicó el sistema endócrino, ella confesó algo que me pareció un tanto provocativo. Hay tres cosas que dan sumo placer: hacer el amor, comer y defecar, dijo. Sin embargo, cuando propuso organizar una clase especial de Educación Sexual para los de 4º, me anoté sin dudar, junto con un compañero que hoy es un médico prestigioso. Estábamos en 5º y nos sentíamos con derecho a explayarnos ante los menores. Sobre una cartulina dibujamos el aparato reproductor masculino y unos cuantos espermatozoides que flotaban sin norte. Sobre el aparato femenino me tocó explicar el método de anticoncepción Oggino Knous. Los términos científicos se sucedían en nuestra exposición, aunque ni Julio ni yo, habíamos tenido experiencia sexual alguna, más allá de sentir el alboroto de las hormonas, especialmente cuando comenzaba la primavera. Los aplausos de nuestro público alimentaron nuestro ego y nos señalaron después como líderes y consejeros en las cuestiones del amor. Atendíamos en los recreos, como consultorio sentimental. Quien podía dar cátedra era la flaca, que ya tenía novio. El pañuelito rojo envolvía su cuello, aún en las tardes calurosas de noviembre, para disimular los cardenales que, como impronta, le quedaban, luego de fogosas sesiones. No podíamos saber si ella ya le había dado "la prueba de amor" a su novio, que tenía como dos años más que ella.
Me empezaba a atraer la literatura, así que cuando la profesora suplente nos propuso lectura de obras latinoamericanas después de clase, acepté sin dudarlo, junto con unos cuantos más. Así empecé a soñar y a diagramar mi futuro. Los buenos maestros siempre dejan una huella en sus alumnos. El ingrediente insustituíble es la pasión. Así lo aprendí y lo pude practicar durante mi carrera docente.


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