domingo, 12 de mayo de 2024

Disyuntivas

 

 

La paz de los monasterios. El silencio de los cementerios.

Campanas de perdón. Traición de medias mentiras.

Incienso de las ceremonias. Desasosiego de los impíos.

Molde enmantecado y enharinado. Laxa fragilidad del miedo.

Álgebra de símbolos y confusiones. Los algoritmos y las incógnitas.

Certezas de los horóscopos. Incordios de la ignorancia.

Inocencia de los culpables. Indulto de los prisioneros.

Columpios de risas infantiles. Tobogán de gilletes afiladas.

Brújula hacia el ignoto norte. Torcido fiel de la balanza.

Calibres de caramelos. Agrias epopeyas de los mediocres.

Calma chicha de las barcazas. Estampidas de bélicas explosiones.

Arco iris de la intersección. La nada del conjunto vacío.

Cuerno de la abundancia. Espartana bitácora de vidas.

Firme elástico de los acróbatas. Calabrote de jinetear tormentas.

Cóncavo cuenco de ilusiones. Convexa tapa de truenos y fuego.

 

Hallar el término medio, difícil tarea.

Eufemismos y sesgos.

Líneas rectas infinitas.

Las paralelas no se cruzan.

Conjuntos disyuntivos.

Descalabrados

 

Me faltaba una rosca para ese tornillo.

En el paragüero, el negro paraguas desconchado.

En un rincón, un trozo de caño taponado de raíces.

Un fragmento de cable se electrocutó.

El cuerito partido de una canilla giraba en falso.

Un alfiler mocho dialoga con una aguja sin ojos.

Unos clavos chuecos se abrazan al imán y

despiden óxido en la última exhalación.

Un rollito de lana amarilla nunca fue el pelo de la muñeca de trapo,

ni los botones, sus ojos, ni la telita rayada, su vestido.

Un centímetro emparchado.

Un carretel sin hilo.

Un elástico estirado.

Hay aromas de herrumbre y moho.

 

Hoy tiré y me desprendí.

Miré al vacío. Miré en el hueco.

Abrí puertas y ventanas

Y respiré aire nuevo.

Mientras, inicié un camino sin escollos.

¡Que falta mucho por vivir!

Electrocardiograma

 

Corcovea su corazón.

Trote enloquecido de la caballada.

La vaca blanquinegra ve pasar el tren.

Charcas de turbias inmundicias.

Silencio en el bosque y gorjeo de los pájaros.

Carcajadas hirientes desde el monte.

Calma chicha antes de la tormenta.

Espectros como enigmas en un túnel oscuro.

Estanque quieto apenas se mece con la brisa.

Risas sarcásticas se alejan.

Hay madréporas de calcio y miradas opacas.

La garganta traga la saliva espesa.

La nuez de Adán sube y baja.

Hay esquirlas de cristal trizado.

Una turmalina pende de su cuello.

Bálsamo de paz en un beeep.

Un descomunal misterio dejó de ser mito.

El ojo en la tela

 

 

Cuando el tedio cambió de nombre…

Cuando culminó la hazaña de dejar pasar un día más…

Cuando la ansiedad se disipó…

Cuando un ojo también tenía una historia que contar…

Cuando un aire límpido era una sosegada brisa benévola…

Cuando su ojo se habituó a la serenidad del ritual de jornadas sin matices…

Cuando asimiló la quietud y se reconcilió con la pereza de los relojes…

Cuando su pupila dejó entrar, al fin, toda la luz…

Una ficción, una burbuja de jabón,

una transparencia ilusa

rompió el cascarón tenue del iris

y vimos. Todos vimos

cómo irrumpía un superhombre

robustecido por las adversidades,

abriéndose paso entre la maleza de las pestañas

y emergía, al fin, para conseguir una porción de libertad.

Balada de una ilusión

 

Un zorzal en mi ventana.

Me llama el chalchalero cantor.

Por el aire, de ojos rojos,

pecho de blanco candor,

alas pardas anuncian

que los vivos están mejor.

 

Se va el zorzal chiflador.

Llega un colibrí a mi balcón.

Puro color y arrebol.

Su aleteo apantalla mi tristeza.

Tus muertos están bien, dice.

Vuela, belleza tornasol.

 

Un guiño y un parpadeo

Trae vientos protectores.

Gira, baila, picaflor.

Canta, silba, mi zorzal.

Serán gratos momentos.

Sin dudarlo, así será.

Avalancha

  

Hay una rara luminosidad por la ventana.

No es plenilunio,

es una nada blanca

que se esparce parsimoniosamente.

Un extraño silencio me despierta,

aminora el tic-tac del reloj

y me desvelo.

Un deslumbramiento

que no corta la monotonía,

se posa en el dintel de la mirada.

Una tabla rasa.

Una enorme somnolencia.

Una blanca palidez,

me deja absorta.

Los párpados se apelmazan,

se aletargan,

se acurrucan,

se arrullan.

Es la nieve virgen que me recibe

en la colcha fría.

No detiene la agonía

y me lleva

y me engulle

en el vientre glotón de la montaña. 

Amanece

 Un sol de vidrio verde con burbujas.

Un sol de helado de pistacho.

Un sol de luz de acuario.

Un sol de agua estancada y lomo de sapo.

 

Las nubes, mitad escarcha,

Mitad rulos de cabellera morena

van asomándose sin brisa y sin pausa.

Un silencio de paz perfecta.

Un silencio palpitante

se hincha, se hincha y todo lo cubre.

 

Unos ojos sin tarea,

como fatigados, me miran

desde un barbijo verde

entre tarde y bosque,

entre pasillos de hospital

y camas desoladas.

Me miran, clorofílicamente, como esperando

el final, de cánulas, sondas y monitores gélidos.

Blues del desamor

Un saxo se angustia.

Una trompeta protesta.

Una armónica gime.

Una guitarra implora.

Una batería refuerza.

¿Por qué se angustia?

La urgencia del sexo terminó.

¿Por qué protesta?

Él ya se fue.

¿Por qué gime?

Ella solloza muy quedo.

¿Por qué replica?

“Te lo dije: él no es para ti”

¿Por qué implora?

No vale la pena. No volverá.

¿Por qué refuerza?

La ausencia duele. No volverá.