Como en un circo, camino
a cortos pasos tomando la vara del equilibrista. Me detengo. Respiro, suspiro,
me inclino y no quiero mirar hacia abajo. Una contorsión y así, no hay tiempo
para evaluar dudas, certezas ni contradicciones… Me zambullo hacia el abismo
insondable y… con un brazo me sostengo y
cuelgo. Abjuro de la poesía, de las luciérnagas, de los alguaciles y de
las libélulas, y regreso al sitio seguro de la cuerda. Sonrío. El público
aplaude.
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