viernes, 6 de enero de 2017

De Babel a la R.A.E.

-Y sí, ño, es asín nomás -me contestó por el tuit.
Una rara avis española se había posado esta mañana sobre la torre de Babel. Me descambiaba las ropas gastadas de vagamunda, buscaba la toballa y escuchaba el cederrom de la R.A.E. ¿Para qué me iba a conflictuar por algún palabro que me suene raro?
¿Cuándo era? Me sumergí en la bañera con sales relajantes... En setiembro o en otubre fue cuando el amigovio me invitó a recorrer la Europa Central y la del Este. No es por euroescepticismo, ni por latinoescepticismo, lo pensé, lo rumié tantas veces, y le dije que no. No es que sea una friqui, pero me dije: "Mejor me busco un cumpa que sea un paichulo, que no sea un papahuevos, ni un tirifilo, ni un alfeñique, sino uno que tenga ganas de descubrir a los elfos en un bosque de la China, navergar en un paquebote por el golfo de Begala, aspirar los vientos del Kilimanjaro, interpretar los frisos babilonios, leer las escrituras cuneiformes, cosechar el té o trabajar en los arrozales de Singapur, mirar en lo profundo de los ojos verdes de un cachorro de tigre del archipiélago malayo y adormecerlo con el dardo de mis ojos, para acariciar su pelaje rayado, conversar con un anciano jefe de cualquier tribu, admirar la sonrisa calma de una maestra de Ghana, o tal vez, dialogar en spanglish con los tataranietos y choznos del gran Gengis Khan.

El grito de mi madre interrumpió mis ensoñaciones.
-¡Nena! Vení a la mesa y dejá de soñar, que ya están las almóndigas.

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