martes, 25 de marzo de 2014

Reportaje desangelado

A cuento de la presentación de un libro de poemas de una ignota poetisa, debí indagar sobre el sentido de las palabras para preparar la nota en la revista dominical.
La escritora se presentó a la cita con una demora considerable. Un dejo de irreverencia advertí en la ensoberbecida mirada; sus ojos duros eran revoleados hacia ambos lados con insistencia; parecían querer medir la aprobación de un público inexistente. De un pantallazo general, enseguida reconocí la pose. No, quizás estoy prejuzgando... la túnica blanca, cubierta de colgantes y pañuelos multicolores, la gorra con visera, puesta como al descuido y los aros enormes, todo, en su conjunto procuraban dar una imagen de bohemia, de artista combativa que protagonizó los sucesos del mayo francés del '68.
Al acercarse, su sonrisa era una mueca forzada, un simulacro de amabilidad, y se sentó frente a mí, en el rincón más silencioso del sector fumadores, que encontré en el bar.
-Cuando terminé de leer su poemario me dije: "Tengo que entrevistar a la autora" -y no le dije que trabajaba para la sección cultural de un diario, que de eso vivía, y que trataría de sonsacar tanta palabra críptica, por no decir vacía.
-Bien, aquí estamos -No me miró a los ojos, sino que miró sus manos, como buscando allí la respuesta a las preguntas que le haría.
-¿Ud. es diestra? Porque veo una dificultad en su mano derecha. ¿Túnel carpeano, quizás?- Ya tenía el diagnóstico: severa artritis en su mano derecha. Seguramente, a causa de llevar agarrado con fuerza, digo bien, agarrado con garras, un libro pesado debajo de la axila. Tal vez, las memorias de Simone de Beauvoir, o "La peste" de A. Camus. La imaginé más joven, transitando las calles cercanas a la Facultad de Filosofía y Letras, o trajinando por los bares de la Avda. Córdoba. Allá, por los '70, como tantos "estudiantes de sobaco", las mujeres iban a la facultad para conseguir novio, aunque exprimieran sus neuronas para que salga alguna gota de sabiduría y originalidad.
-Sí, soy diestra. Y escribo fervientemente mis borradores a mano, luego mi editor las pasa y corrige. Siempre hay que revisar.
-¿Se refiere a la forma, no al contenido?¿No es cierto?
-Sí -respondió parca, demorándose, reclinándose y exhalando una bocanada de humo a un costado de mi mejilla izquierda.
-Porque Ud. sabrá de los desvelos del escritor, "el oficio de poeta", como decía Pavese, y de los duendes que circulan por su mente saltarina, y de las musas que se resisten a aparecer... -su semblante era una tapa gris, como de pizarrón en épocas de paro, y no dijo nada.
-¿Leyó a Neruda?
-Sí, hace tiempo -en esa respuesta tan poco convincente, adiviné que eran bien escasas las lecturas de los grandes poetas.
-¿Conoce ese texto que habla de las palabras? -No me respondió y miró a través de los vidrios la garúa persistente.
-Hablemos de las palabras. Traté de hallar un eje en su poética, pero sin éxito. Sólo descubrí algunas que se reiteran. ¿Es común eso en los poetas?
-¿Por ejemplo? -inquirió desafiándome.
-encrucijada, recovecos, madrigueras, vestal, umbrío ... -y seguí enumerando hasta el aburrimiento.
-¿Es decir un fluir desacompasado de palabras que salen a borbotones? -me miró como para asesinarme y continué.
-En sus versos hay palabras que se aplican con insistencia, hasta con sobreabundancia, por ejemplo el adjetivo "desangelado/a" o el verbo "desangelar". ¿Podría explicitar, por favor?
-Los poetas queremos expresar la belleza utilizando recursos literarios, metáforas, comparaciones e imágenes, que el común de la gente no percibe - puso distancia en esa primera pregunta más incisiva. Porque yo quería sondearle a esa diosa artificial un poco de profundidad, rascando la superficie con uñas agresivas y venenosas.
-Y bien, ¿quiere decirme que los lectores llanos somos "desangelados"? -y seguí atropelladamente transcribiendo las expresiones que tenía marcadas: "el tiempo desangeló el otoño", "desangelado de amores" (casi le pregunto si ella hace el amor desangelada y sin protección), "recuerdo desangelado", "brilló desangelado"...
Me miró por primera vez a los ojos y pude leer también por primera vez su interioridad. Una mujer sola, desamparada, sin alegría, con amores fracasados, en suma, hueca y superficial, pensaba y ahora sí no me equivocaba.
-¡Ud. no entiende nada! -tomó su cigarrera, bebió de un sorbo, casi con violencia, su café, se colgó la cartera y se llevó el libro que había abandonado sobre la mesa.
Me quedé solo, viendo cómo la mujer se perdía entre la muchedumbre y se mojaba. Revisé las notas y las respuestas eran tan escuetas que pensé que sería una ardua tarea preparar la columna literaria. Debería acudir a palabras almibaradas y a expresiones halagüeñas... Mejor no, tomaré las palabras, las masticaré, me las exprimiré... y recordé "las persigo, las adhiero, las muerdo, las derrito... las agarro al vuelo, cuando pasan zumbando, las revuelvo, las agito, me las bebo, me las zampo, las trituro, las emperejilo, las liberto..." (Pablo Neruda en "Confieso que he vivido")


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