domingo, 29 de julio de 2018

Latir

Bosque umbrío. Profusión de verdes que seduce.
Bóveda enramada, y apenas, el azul, arriba.
Canto de las aguas que acuna.
Follaje de semillas y flores.
Chillido de un pájaro interrumpe
mi ensoñación, las dudas, los miedos.
Nutrición. Fertilidad. Plenitud.
Siento en mis manos su textura
y la sensualidad del luminoso sendero,
del bullicio silente,
de la aspereza del tallo de girasol,
de la miel de esos labios y
la sal de una lágrima que carretea
por la punta de mi nariz y
después se suicida justo ahí.
Yerma, seca, improductiva.
Quiero beber el agua de la dicha,
abanicarme en el aire danzarín,
aventar las llamas del deseo,
ser chispa de vida,
dar color a la sangre,
ser latido del corazón en la intrepidez de la pasión,
ser el habitáculo del espíritu
y retornar a a tierra en ese vértigo circular, indefinidamente.

Lluvia

Una rebelde lluvia aporrea los cristales.
Una imperiosa lluvia moja los verdes pastos.
Una añeja lluvia arrastra los deshechos de la ciudad inclemente.
Una incansable lluvia lava las ramas de los árboles,
que miran cómo pasa el tiempo.
Ojalá que un toque de ternujra
me dé la quietud límpida de un remanso,
que un susurro secreto traiga vientos de esperanza,
y que un amor tan vehementemente azul
no se escape otra vez, como el agua entre los dedos.

Enigmática poesía

Como la chispa atrevida de la urgencia,
es explosión de la energía que estalla en luz.
Como la piedra fundante de la casa,
es la verde y sólida redondez de la naturaleza.
Como la brisa fresca del razonamiento,
es balanceo del pensar.
Como la serenidad azul de nuestras emociones,
sopla la inspiración o el huracán
que es memoria del mar,
el sollozo de la angustia,
el fluir de la alegría.
Vivir un plan cósmico
en la retórica de lo cotidiano
y hamacarse sin sucumbir.
Ésa es la apuesta.

Cadencia y tornasol

Un charco de nostalgia.
Un tobogán de inquietud.
Una poza de penas.
Un campo de rastrojos olvidados.
Han caído las hojas.
Se desnudaron los álamos sobre nuestras sillas.
Una tristeza amarga reposa en ellas,
y me dice que no volverás.
Las primeras nieves, como un manto de olvido,
van tapando nuestro secreto.
Arriba, la luna turca y una estrella
despiden la noche desdichada.
Quedó olvidada una manta que cubrió
ese amor fugaz y ahora sé.
La verdad duele,
pero la mentira o la verdad a medias
duele siempre.
Los copos blancos siguen cayendo,
imperturbables.

lunes, 2 de julio de 2018

El clamor seguirá

¿De qué sirven los tibios besos del sol?
Sucia nieve, como una mujerzuela te arrastras en el lodazal.
Ya no eres la prístina muchacha que antes fuiste.
Te han llevado por andurriales y callejones oscuros.
¿Por qué esa cínica sonrisa?
Indigna eres vendiéndote
al primer postor, y lo sabías.
No has podido tapar el sol con el dedo. Y ahora,
por tu culpa aparecen
los charcos sospechosos,
los harapos indecentes,
las barriguitas hinchadas,
los baches indigentes,
los ojos azorados,
el bienestar engañoso,
la olla vacía, el frío cortante.
Y el clamor seguirá.

Al ras

Desperté en medio de un silencio profundo y supe. Ya no se oía el repicar de la lluvia sobre los techos, como anoche.
Desde mi ventana, un resplandor blanco me encandiló. Una admiración nueva, como la sorpresa de la primera vez que vi nevar. Siempre sucede lo mismo. Como el fuego crepitando en la chimenea, subyuga ver caer la nieve pausada, sutil, cubriendo todas las irregularidades, todas las miserias.
Es la hora de escuchar la blanca parsimonia, de palpar la lisura del horizonte gris, de vislumbrar al perro solitario que interrumpe con su negrura y los ladridos, tanta nostalgia. Pronto se oirá la algarabía de los niños jugando con los trineos, culipatinando, sin tiritar, y después...
-¡A casa, niños, que se van a enfermar!
No es el momento ahora de la sola contemplación.
Más tarde sobreviene la tristeza de pensar en tanta familia humilde, viviendo a puro mate cocido recalentado, con pobres techos llenos de goteras, con escasos leños, sin abrigo y con dolor.
A lo lejos, una hacha desolada parte la leña bajo la nieve, para entibiar, apenas, el pobre hogar. El frío da largas cuchilladas y el sol hoy no quiere alumbrar.

El coraje de vivir

Por las rendijas de una casucha ruin penetra el frío de la noche. Han cortado la luz por falta de pago y ya no puede ver la vida que pasa en el monitor.
Por la calle corren el policía y el ladrón. Por la ruta, el ulular de las sirenas aturde. ¿Será un accidente? ¿Una ambulancia? ¿Los bomberos?
Se hace el silencio. En la penumbra se oye el sollozo apagado del niño, al que le chiflan las tripas. Al lado, el jadeo de los amantes.
Se cubre con la cobija corta y tirita.
Ahora, el viento sopla con más intensidad. La luna sigue escondida tras una nube oscura