lunes, 17 de octubre de 2022

El valle del amor y el ojo turco

 

 

Recorremos el Monasterio de Gümusler, construido como defensa por los ataques de los persas e hititas, que querían asesinarlos por ser cristianos. Hasta cuatro pisos subterráneos excavados en la roca de piedra toba, calcárea y blanda para su manipulación. Hay cuartos para monjes, sarcófagos, depósitos para agua y alimentos para hombres y animales, con increíbles frescos bizantinos. Pienso nuevamente en la historia de la humanidad, siempre sangrienta en las luchas, y siempre la presencia de los contextos de fe.

Son producto de formaciones volcánicas que comenzaron en el período terciario. En Anatolia, especialmente en Capadocia, hay restos de ciudades subterráneas, donde entre túneles y catacumbas, se albergaban más de treinta mil personas. Capadocia significa “lugar donde los caballos cabalgan”; los persas asolaban la región con sus caballos salvajes y los habitantes permanecían a salvo en las profundidades.

Me acuerdo del Monte Ararat y del lugar donde encalló el Arca de Noé. Una silueta en forma de barco, fortalece esa creencia y vuelvo a relacionarlo con la leyenda. En Estambul, en la Columna de Constantino, entre otros objetos, se halla el hacha con que se construyó la embarcación.

Miles de cuevas excavadas en la roca sirvieron de habitación en 1863. Hoy son refugio de palomas. ¿Palomas o halcones? Dos detalles curiosos: el guía turco que nos acompaña se llama Sahim, que significa halcón. En la actualidad, y para favorecer la industria del turismo, se transformaron algunas cuevas en hoteles de lujo o restaurantes de alta gama. Pude observar así, una de las políticas de gestión en Turquía, más allá de la explotación de ruinas milenarias. Aún siguen las excavaciones. ¿Qué tesoros arqueológicos se hallarán?

Ahora, el valle del amor, que ustedes deducirán las razones de su nombre. En un museo al aire libre se dejan ver formaciones geológicas que emergieron luego de las erupciones volcánicas, trabajados por el viento, la lluvia y la nieve. Conos erectos apuntan al cielo, con base de piedra caliza y “capucha” de basalto, prometen amor eterno y felices noches de sexo para los recién casados. Otra vez la duda, ¿y si me caso? ¿Qué deparará el destino?

Los árboles, viejas encinas que rodean esos símbolos tienen colgados innumerables ojos turcos, los llamados nazar, abalorios con forma de gota de agua plana donde se encuentra el ojo turco, al que le atribuyen propiedades protectoras contra la envidia, la mala racha y el mal de ojo.

Aunque no es noche de luna llena, por las dudas, porto el talismán que aleja todas las energías negativas. “Que las hay, las hay”.

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