sábado, 13 de octubre de 2018

Eterno caminar

Conozco el paño (o el cuero) desde que de pibe me ganaba unas chirolas lustrando zapatos. Ellos llevan consigo las marcas de su transitar; a algunos, botas, zuecos, sandalias, no los queremos soltar, porque nos encariñamos tanto, como ése que lleva las señales del juanete; aquel, en el talón izquierdo tiene una concavidad más profunda, porque su dueño se apoya más fuerte para disimular la renguera; en otros, en ambas puntas se adivina el dedo gordo y la uña afilada pretende cortar el cuero ya desgastado por el empeine, donde se notan unas rajas que piden, sedientas, un poco de grasa o pomada para lustrar. Algunos son zapatos sonoros, porque el zapatero colocó unas chapitas en punta y taco, para que las suelas duren más. 
¡Pero qué digo! Eso era antes, cuando no estaba la moda de "use y tire". Ahora me ha quedado una monumental joroba y me limito a sacudir el jarro de lata para recibir algunas monedas. Me entretengo, entonces, imaginando a los caminantes que pasan, sólo viendo sus pasos por la peatonal. Mayormente veo zapatillas multicolores, como si todos quisieran darse un toque de juventud o igualarse en edad.
Unos zuecos de gamuza beige con polainas de lana, pasan con indiferencia; casi seguro que es una turista holandesa que salió del campo de tulipanes para visitar la ciudad.
Cuatro finos estiletos rojos taconean. Son las muchachas que acuden a la esquina para bailar tango en su espectáculo a la gorra; y sí, es así, porque detrás pasan cuatro zapatos negros lustrosos. Son los compañeros de la milonga.
Unas botas embarradas son de un campesino que abandonó el tractor al concluir la jornada. Pasan a su lado dos pares de patinetas veloces. Unas sandalias de cuero marrón se ajustan a esbeltas pantorrillas, como si una diosa griega hubiera escapado del Monte Olimpo. 
Unas zapatillas pequeñas se arrastran; al lado, unos zapatos de tacos altos y pies hinchados se dirigen  a la parada de colectivo. Son madre e hijo que regresan.
Yo recojo mis petates, pido ayuda para incorporarme y me voy con estos zapatos viejos que no quiero abandonar. 

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