miércoles, 25 de marzo de 2015

AEROPUERTO

Estaba en la sala de espera de un aeropuerto, no importa cuál, porque no viene al caso. La cuestión es que era la hora en que el personal de maestranza, pasaba eos escobillones anchos, a grandes zancadas, para dejar lustrosos los pisos.
El muchacho que barría iba y venía al lado del sillón donde yo esperaba. Lleva los auriculares sueltos, colgando sobre los hombros. Oía su música y la compartía con quienes quisieran escuchar. En cada pasada, fragmentos de un tango con ritmo flamenco.

Con el pucho de la vida
apretado entre los brazos...
Se alejaba hacia un extremo, y al volver...

La vez que quise ser bueno,
en la cara se rieron...

Sonó su celular y se detuvo frente a mí para contestar y así pude escuchar otros versos:

Aprendí todo lo bueno,
aprendí todo lo malo.
Sé del beso que se compra, 
sé del beso que se da...

Continuó luego su trabajo y al pasar de nuevo:

Además corrés el riesgo
que te bauticen gil.

Me quedé pensando en los caminos que recorremos. Algunos, tortuosos; otros, llanos y en la planicie; otros son en escalada y hay que trepar en un desafío para llegar a la cima. A veces, hay que tomar decisiones, ¿por dónde sigo? ¿Tomo el de la derecha, o hacia el otro lado?
Supe que los errores son fuente de aprendizaje, pero ¡cómo cuesta superarlos y no volver a repetirlos! Otras veces, nuestras vidas siguen caminos paralelos, que van indiferentes y solitarios y casi nunca se encuentran, o tal vez, se entrecruzan en experiencias parecidas, y es necesario acompasar el ritmo para transitar juntos. Dos espíritus. Dos vidas. Dos individuos. En otras ocasiones, las circunstancias, el egoísmo, los deseos, los miedos, la falta de coraje, o el exceso de valentía, nos vuelven a desencontrar.  



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