domingo, 13 de mayo de 2012

¿Búfalo o gata paseandera?

Descanso sobre la alfombra de piedra pómez, rugosa pero pulida, y miro el cielo que comienza a aclarar, cuando las estrellas se desvanecen. El alba despunta y unos rayos arañan tras el cerro. Doy vuelta mi cabeza y al ras del suelo, palpo las piedras redonditas, como terciopelo. Se iluminan en su superficie y las sombras profundizan cada poro. No sé todavía si es el run run de las olas del lago patagónico, o son los huequitos oscuros, los que me llevan a ver escenarios ya vividos.
Desde el puente oigo el agua cantarina del Boulder Creek que corre entre el follaje verde y apacible; junto a los senderos para los caminantes, flores silvestres multicolores perfuman y dan frescura; los ciclistas apresurados no ven una escultura aquí, otra allá, ni al indio cherokee que espía detrás de la arboleda del Canyon Boulevard.
El grito lastimero de un alce se extiende en el pinar de Eastes Park, allá arriba. Una escultura del vaquero ecuestre se alza para recordarnos las películas del oeste e imagino a los indios arapahoe, trajinando en la reserva de las alturas.
Dos ardillas juguetean subiendo el tronco de un abedul; asoman una cabeza por derecha, y una cola peluda por izquierda, mientras unas señoras les extienden semillas de girasol para intentar que se acerquen a comer de sus manos.
En los caminos de la Universidad de Colorado veo a las niñas a punto de egresar que posan para la foto, con las togas negras y los graciosos sombreros chatos. Las piedras rojas del edificio están recubiertas de hiedras verdes y escaleras de hierro forjado lo ornamentan.
Más allá, un bullicio de muchedumbre en filas prolijas me llama la atención. Me dicen que los estudiantes están retirando las entradas para ver a su presidente, que llegaría en los próximos días. Un hombre de negro canta un blues y viene caminando a paso cansino con su guitarra.
Los tulipanes de Pearl St. son una caricia para el alma. Es uno de los 300 días de cielo azul y sol brillante, que invita a pasear y admirar las esculturas de nutrias, de sapos, de osos, de pumas, de bisontes. Cow-boys de bronce e indios americanos, emergen en los jardines.
Montañas rocallosas, mineros que trabajan con ahínco y transpiran, vida sana y deportes, Chautauqua Park... todo gira, hasta que Johnn Wyne me da un toquecito en el hombro. Pero no, no es él, tampoco es un búfalo amistoso. Es mi gata sinuosa que me trae el ovillo de lana roja cubierta de hojas secas de otoño, para que siga tejiendo fantasías.
Ahora el lago ha comenzado a "picarse" y una franja de piedra pómez flota y brilla con el sol, que se ha elevado. Oigo el sonido de los granos entrechocando sobre el agua.
Me resisto a regresar a mi realidad y sigo escuchando la música country y las canciones de Johnny Cash.

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