¿Vieron que hay una expresión que sirve para cortar una conversación, como
si se dijera etcétera, o tal? A veces se usa para iniciar una reflexión. Se
dice “nada”, como si no hubiera algo positivo que contar. ¿Cómo “nada? Si pasó
de todo, todas situaciones buenas y otras no tanto.
La cuestión es que cuando me harto de todo esto, voy a nadar, para aislarme
del mundo superfluo y de plástico. Nado
para pensar, para sentir sensaciones un tanto olvidadas. Y me inspiro; en
pileta, nado, porque en aguas abiertas, no. Es peligroso. ¿O es miedo? Las
aguas marrones y cálidas, de pronto son turbulencias de las palometas que te
pueden morder un tobillo, el dedo gordo del pie, los talones, cuando a grandes
brazadas, quiero escapar. O de repente, un cocodrilo camuflado entre los
camalotes de la costa, te puede tragar sin piedad.
Soy friolenta y además me gusta ver el fondo celeste que ondea con la
claridad exterior y con cada brazada me estiro, respiro. Acquawoman, cabalgo en
un hipocampo gigante que desafía las tormentas y los remolinos, como el Quijote
luchando contra los molinos de viento. ¿Trastornada yo? Mejor, ciclotímica.
Exhalo y las burbujas van dejando una estela de ilusiones; cuando vuelvo a
tomar aire escucho las voces del entrenador y la gritería de los chicos de la
colonia de vacaciones. Vuelvo a sumergirme.
Lo bueno es que estoy en buen estado, pero una cosa me aterra; el infierno
de la conciencia es un incendio que no logro combatir. El agua plácida me
aquieta los estados alterados, y sigo. Ya estoy apurada. Vuelta americana, me
impulso y ya quiero salir para escribir todo lo que las musas me van contando.
Estiro los músculos satisfechos y cansados y ahora veo, desde el ventanal;
los copos cayendo mansamente. Las palabras estarán cubriéndose con el manto blanco.
Entonces corro para atraparlas, todas esas que fueron amasándose en mi mente,
mientras nadaba. Las acaricio, las abrigo y las llevo adentro. Así salen mis
emociones escondidas, los recuerdos, las culpas, los deseos y todo ese mundo
exterior que observo, que me embronca, que da risa… (que no es “nada”) ironizo,
invento ficciones y ahora sí, las palabras van a llenar la hoja en blanco, que
paciente, me está esperando.
Las desentumezco, las decoro, las condimento y salen textos poéticos,
mordaces, acusatorios. ¿Ven? Todo mantiene a raya la salud mental y el
equilibrio con la salud física. Así que no tengo miedo a la vejez. Me convierto
en una vieja sabia que no vivió debajo de un felpudo o encerrada en una cúpula
de cristal. Una vida intensa con todos los claroscuros, como es natural.
Ahora toca fortalecer el trípode de lo social, para que los mensajes
lleguen a los lectores y en ese ida y vuelta, podamos ser puro pensamiento,
pura reflexión, pura emoción. Interpelo y sé que lo lograré.
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