miércoles, 17 de marzo de 2021

¿Histeriqueando?

 

 

Me gustaban todos, rubios o morenos, flacos o gorditos, simpáticos o aburridos, los “gronchos” o los “nerds”…desde chiquita. Si escribiera todas las iniciales que transcurrieron a lo largo de mi búsqueda, sería de la A a la Z. Nunca me decidía. Había aprendido tempranamente a “histeriquear”.

El que hacía todos los goles en el potrero de enfrente y yo, para verlo, barría frenéticamente la vereda de casa, hasta cuando no había hojas caídas, ni tierra.

El gordito nadador, que me provocaba escribir en el fondo de la pileta con verdín, un “te amo”, mientras entrenábamos para la competencia.

El que me dio el primer beso en el pic-nic de la primavera en el bosque de eucaliptus… el olor era tan penetrante que me subyugaba.

El rubio suizo que me aturdía con la batería a la vuelta de mi casa, y luego me seducía con un blues y su saxo melancólico. Alguna vez lo elegí, pero sólo porque me tiraba avioncitos en el aula con los resultados de la prueba de Matemática.

El vecino que me invitó a bailar cuando volvió al pueblo enfundado en su traje de militar. Por cuestiones ideológicas, me alejé.

El otro, de cuerpo atlético, que me hacía perder la cabeza y revolear los ojos cuando me miraba como desnudándome y que luego disimulaba cuando mi hermano, el “guardabosque”, lo observaba con el ceño fruncido.

Ese flaco tornero con su mameluco engrasado, que de azul pasaba a ser gris arratonado, me piropeaba cuando pasaba frente al taller. Y yo volvía a pasar.

El motoquero que arrasaba todos los caminos y que también arrasaba a todas las chicas, sus fans.

Otro, yo sé que me quería, pero su timidez no lo dejaba arrimarse, y yo tampoco ¿o tendría que haberme lanzado yo?

El fotógrafo que sabía captar tantas imágenes sorprendentes, eran una obra de arte. No accedí a posar como modelo, porque estaba gordita.

Ese negrito esmirriado tan simpático que me divertía tanto con sus salidas improvisadas y sus caricaturas con tanta ternura… O las notas periodísticas que publicaba en el diario local. Pero era ¡tan pobre!!

El sociólogo que admiraba en silencio mientras daba sus exposiciones académicas y que con los ojos me decía tantas cosas…

El escritor que me quería como ángel de la guarda solamente, porque sufría una grave enfermedad. Y yo no soy doctora. No quería ser sólo eso.

El cinéfilo que me llevaba al cine club, y que nos colábamos por una puerta lateral para participar luego de los debates.

El estudiante de Ingeniería que me escribía poemas en la servilleta del café… ¿Qué habrá sido de él?

¡Ay mamita, tenías razón. “Parece un hombre bueno, pero es muy mayor”. Me escribía cartas jocosas pero con gran ternura para salvar la distancia y el tiempo. Pintaba cuadros abstractos que analizábamos, cuando nos encontrábamos, y no siempre coincidíamos en la interpretación. Yo quería a alguien que me proteja, una especie de papá, porque estaba muy vulnerable.

Siempre estuve meditando en el muelle de San Blas. Siempre estuve esperando al soldado que vuelva de la guerra (me acuerdo de la canción que mi abuela me cantaba “Estaba la Catalina sentada bajo un laurel…”) Siempre miraba pasar el tren que nunca se detenía para que descienda el amor que esperaba.

Para que en el pueblo no digan que estaba quedando solterona, acepté al señor mayor, aunque no me casé.

Ustedes chicas podrán sentirse identificadas y seguramente pensarán en el verbo “histeriquear”¿ No es cierto?

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Me gustaría conocer sus opiniones, percepciones y comentarios de las páginas de mi blog.