Así se presenta, con orgullo esa andaluza, que,
aunque blanca y rubia, es mora gitana. Con su mirar azul nos envuelve y nos
abraza cuando recita esos versos preñados de amor por su tierra. Transmite el puro
sentimiento de ser sevillana . Es una cajita de sorpresas que se abre a cada
paso, un capullo de flor silvestre que
nace en el arenal de su tierra nazarena.
Ella es un
cascabelito, un sonsonete que deja aroma de azahar y menta a su paso. Pizpireta
y colorida mariposa que merodea por los más bellos versos y por las romerías. Y
si de fervor se trata, nadie como ella para a su virgen adorar y “saltar la
reja”. Virgen del Rocío que ofrece sus dones a los feligreses y da alegría en
las romerías. Y allí está ella, la rociera, para pedir por sus deseos.
De cintura
cimbreante, resiste, como el junco, que se dobla pero siempre sigue en pie. Contagia
algarabía sin mirar a quién. Hasta mí llegó el perfume de nardo y claveles en el
faralá de sus faldas cuando baila una soleá.
Prestancia y fuerza en un solo compás que
penetra en lo más profundo de mi “arma”.
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