domingo, 22 de octubre de 2017

Hay miradas...

Hay miradas que endulzan el agua de los colibries y que nos hacen degustar instantes de mermelada y miel.
Hay miradas que guiñan un ojo y nos invitan a aventuras compartidas por caminos polvorientos, por senderos escabrosos y que nos llevan, finalmente, a volar por un cielo de primavera.
Hay miradas complices que derriten los glaciares, que sofocan las verguenzas y provocan impudicias.
Hay miradas abrasadoras que nos abrazan sin mesura hasta sonrojar las mejillas y conmover la compostura.
Hay miradas tan profundas que silencian el jolgorio de los päjaros y detienen el tr{afico citadino.
Hay miradas que se pegan a la piel, que mitigan el dolor y nos besan la frente.
Hay miradas insolentes y perversas en sospechas o desconfianza y no son joyas genuinas.
Hay miradas que estallan en el instante furibundo y, sin permiso, lanzan la flecha envenenada de odio y de desdicha. 
Y yo, sibarita, carpe diem y buen gourmet, me siento a la mesa, me sirvo una ensalada de ojos-perlas, pardos, azules, verdes, cafe o negros, los condimento y los saboreo, pero dejo en el borde del plato las perlas negras falsas, esas libidinosas e indigestas. 

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