martes, 14 de febrero de 2017

De palabras e interpretaciones



De palabras e interpretaciones
A veces una lee de apurón, trastoca sílabas o letras y confunde todo. En una ocasión había leído “Corre, Marx” y enseguida pensé, ni muerto se queda quieto, corre, salta el muro, se tropieza, mete un pie en una grieta, vuelve a trepar… y claro , la caída de las ideologías, y la globalización… y… Volví atrás. No era Marx, decía “Corre Max” Los perseguidores ya le pisaban los talones.
En esta oportunidad había leído “aldaba”. Entonces comencé a hacer las relaciones pertinentes. Sí. Aldaba es un llamador de metal. Me hizo acordar a un político corrupto que lucraba con los mensajes de correo, y como las ganancias eran muchas, la sociedad se llamaba “Aldabón. S.A.”  Súbitamente, vino a mi memoria el estudio de la etimología de las palabras, la búsqueda de significados por el contexto y los siete siglos de la influencia árabe en nuestra lengua castellana… Las palabras que comienzan con “al” son moriscas, al-andaluz, alambique, alquimia… y no quiero hacer más alharaca. Los vocablos con h intermedia son también árabes, decía una profesora con los ojos color de la albahaca.
¡Pero bueno! Siempre me voy deslizando por las ramas. No puedo evitarlo. El asunto es que la nueva novela que presentaron se llamaba “La señora de la albada”. Como no podía asistir, ni conseguir el libro, recurrí a mis habituales razonamientos, que son por demás beneficiosos para poner en funcionamiento las neuronas y agilizar la mente.   Si alameda viene de álamo, albada viene de alba. Dos sustantivos colectivos que expresan un conjunto y son ambas, de origen árabe.
Más tarde pienso: si la señora es muy afecta a andar en la albada (en muchos amaneceres, todos los días) debe ser una mujer muy audaz, que se arriesga a transitar la noche de punta a punta, esquivando los peligros de toda clase, se apasiona y sufre por amor, hasta que finalmente, llega a la mar, que es el morir.  Ya lo decía el poeta granadino, la gitanilla es Soledad Montoya, que tiene una pena amarga. Seguramente llora y el desconsuelo es la pérdida de un amor.
En un rato intentaré recrear la trama y dibujar a los personajes. Por el momento, prefiguro su retrato. Ahí va la señora de la albada, como una loca corre y sus largas trenzas azabaches se enredan en las retamas, en los espinos, en los cardones. Debajo de la falda blanca de fino hilo se adivina la piel tersa y morena. Se humedecen sus ropas y se ensucian en la carrera y ella respira los vahos nocturnos de las estrellas que languidecen. De sus ojos negros como tizones ruedan lentas perlas de rocío. Huele aún al sudor de los forasteros y al amargo tabaco de la soledad y el vino. Corre y tiene una pena negra como la noche, que ya se cuaja en el clarear del horizonte. ¡Una pena honda la desconsuela y corre, corre!

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