El viejo arcón había transitado el gran océano allá por 1925 desde la vieja Europa a la nueva América. Originalmente había sido de roble macizo, pero había sufrido restauraciones varias, después de acabar tirado en el fondo del terreno, allá por el bajo de Olivos.
Hubo que cambiar el entablonado de la base y reemplazarlo por tablas de pino. El primo soltero lo había pedido para decorar una boutique que inauguraba en Belgrano. De roble claro pasó a ser negro mate, como para resaltar su calidad de añejo. Mucho tiempo después, cuando volvió a sus manos, lo volvía a su color natural. Los herrajes eran originales, como la cerradura, pero las llaves se habían perdido.
Al lijar, fue apareciendo, en el interior, la palabra Amérika (con k) y raspando más, un mensaje con los deseos de felicidad para la joven pareja que emigraba desde Alemania. Esquirlas del pasado. Retazos de memoria.
Hoy, el baúl contiene otros secretos. Fotos amarillentas y desgastadas que recobran instantes de otros tiempos; personas que desconocemos, pero que con seguridad, han cimentado este presente. Cartas atadas primorosamente, guardadas en una bolsita de broderie, perfumadas con semillas de lavanda. La "cartolina" con deseos de "Buon Natale"; otra tarjeta bordada en delicadas líneas, en la que el abuelo piamontés le declaraba su amor a la abuela Marguerita; un camafeo donde se ve la foto del día del casamiento.
Hay otros objetos que vienen del pasado más recóndito, hallados en Patagonia durante las excursiones arqueológicas "a mateur": rústicas geodas con cristalizaciones de roca, un trozo de madera petrificada, una cola de serpiente disecada, una pluma de caburé, para la suerte, una pluma de ñandú, recogida en el paraje "Las Plumas", una caja pequeña con varios "dolares de mar", que son anémonas petrificadas de la costa de la Península de Valdés, un nudo de coihue, una pezuña de chancho jabalí, puntas de flechas y raspadores, un botón de chapa del uniforme de un milico de la Campaña del Desierto, un colgante mapuche con piedrecitas de colores... Y y más cerca en el tiemp, las medallas de natación, obtenidas en varias competencias. Mis nietas, que tambien son nadadoras, se sorprenden. ¿Me las regalás?